Por Dra. Tania Herrera

En 2023 se conmemoraron 50 años del Programa de Tuberculosis en Chile. Medio siglo desde que se sistematizaron las acciones relacionadas al control de esta enfermedad, aunque los esfuerzos colectivos para combatirla datan de comienzos de siglo XX.

La historia de la tuberculosis en Chile es una historia exitosa. Pasamos de ser uno de los países con más alta incidencia y mortalidad a tener una carga relativamente baja. Sin embargo, aún no somos catalogables como un país de baja incidencia, por lo que la tuberculosis dista de ser un problema del pasado.

También en 2023, se realizó la segunda reunión de Alto Nivel de Naciones Unidas sobre la lucha contra este padecimiento, en la cual Chile se comprometió a redoblar los esfuerzos para alcanzar las metas mundiales de la Estrategia Fin a la Tuberculosis. Actualmente, en el país se reportan más de 2.500 casos anuales y al menos 10% de estas personas fallece. La tuberculosis es una enfermedad endémica que nunca ha sido eliminada del país. De hecho, las tasas de incidencia se muestran al alza en la última década.

Cabe preguntarse por qué una enfermedad que cuenta con diagnóstico y tratamiento eficaz, universal y gratuito se mantiene con estas cifras. Una de las razones es la baja conciencia de su existencia. Los retrasos en el diagnóstico de tuberculosis, previo a la pandemia de COVID-19, se estimaban en 6 meses, tanto por las barreras de acceso a los establecimientos de salud, como porque la tuberculosis no existe en el mapa mental del profesional sanitario.

En los últimos años, el país ha implementado nuevas tecnologías diagnósticas, reemplazando la clásica baciloscopia por pruebas moleculares y ha adquirido esquemas de tratamiento innovadores para todos los tipos de tuberculosis. Pero sin la sospecha diagnóstica, toda tecnología innovadora es insuficiente para llegar oportunamente, salvar vidas y cortar la cadena de transmisión en la comunidad.

Por otra parte, enfrentar la tuberculosis es enfrentar la injusticia social. Sabemos que la enfermedad afecta principalmente a grupos de alta vulnerabilidad social y no por nada se ha considerado un marcador de desarrollo humano. En consecuencia, las intervenciones dirigidas al control de la tuberculosis no pueden limitarse a intervenciones sanitarias. La alta proporción de pérdida de seguimiento de los pacientes bajo tratamiento lo confirma. No estamos como país respondiendo a las necesidades de las personas y desconocemos el costo que significa enfrentarse a una enfermedad que además trae consigo un gran estigma. La vulnerabilidad no solo se combate con un programa gratuito.

Quiero terminar señalando que en 2023 la palabra “tuberculosis” fue en Chile uno de los términos más buscados en Google, una sorpresa que interpretamos como un interés de la ciudadanía por conocer sobre esta enfermedad. La invitación, entonces, es a visibilizarla más allá de cada 24 de marzo (fecha en la que se conmemora la relevancia de su prevención). Localizar los casos focalizando en grupos vulnerables, avanzar en la cobertura del tratamiento preventivo y desarrollar intervenciones específicas de protección social son las estrategias pilares para ello. Se puede poner fin a la tuberculosis. Tenemos las herramientas. Vamos por más.

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