(CNN) – Es un momento confuso, una vez más, en la pandemia de COVID-19.

Considere esto: los casos de COVID-19 están aumentando en Estados Unidos, impulsados por la variante más transmisible del coronavirus hasta ahora. Las reinfecciones también están aumentando, y pueden incrementar la probabilidad de nuevos problemas de salud. Incluso el presidente Joe Biden contrajo el virus, lo que le ha obligado a trabajar aislado en la Casa Blanca.

Cada uno de estos acontecimientos es alarmante a su manera. Pero ninguno de ellos parece haber sacudido la conciencia del público como lo hicieron las anteriores noticias sobre la pandemia. En la última encuesta nacional de CNN, el  COVID-19 era una preocupación central para solo el 26% de los votantes, muy por detrás de la economía, el aborto y la crisis climática.

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Hay una buena razón para ello: una proporción significativa de estadounidenses está vacunada —aunque el porcentaje que ha recibido un refuerzo es menor— y hay nuevos tratamientos que ofrecen mejores resultados a quienes contraen el virus. A pesar de que la edad de Biden lo pone en riesgo de contraer  COVID-19 grave, por ejemplo, debido a estos avances, su experiencia con el coronavirus debería ser muy diferente a la del presidente Donald Trump, que estuvo en el hospital durante días en octubre de 2020. (Biden, que recibió dos refuerzos, está recibiendo el antiviral Paxlovid, y su médico escribió este domingo que sus “síntomas siguen mejorando significativamente”).

Pero con una subvariante que puede superar la vacunación o la inmunidad de las infecciones recientes de COVID, nuestros días de dejar de lado la pandemia pueden estar contados.

Tomemos como ejemplo Los Ángeles, la segunda ciudad más poblada de Estados Unidos. Las autoridades sanitarias afirman que el alto nivel comunitario de COVID-19 en el condado de Los Ángeles significa que podría promulgarse un mandato universal de enmascaramiento en interiores tan pronto como esta semana. Si bien los casos diarios notificados se han estabilizado, con unos 6.700 nuevos casos por día, la directora del Departamento de Salud Pública, Barbara Ferrer, dijo la semana pasada que el nivel de la comunidad debe volver a ser “medio” antes del 28 de julio para evitar que se exija el uso de mascarillas en interiores el 29 de julio.

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Y no solo Los Ángeles está reaccionando ante el aumento del número de casos y hospitalizaciones. La proporción de la población estadounidense que vive en un condado con un “nivel comunitario alto de COVID-19”, en el que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés) recomiendan el enmascaramiento universal en interiores, se duplicó en las últimas dos semanas. Y como los estadounidenses han pasado a realizar pruebas caseras más rápidas, el recuento oficial de casos refleja solo una fracción de la verdadera carga de la enfermedad.

Por eso se ha vuelto a hablar del uso de mascarillas en interiores, y Boston, por ejemplo, emitió un nuevo aviso de enmascaramiento a principios de este mes. Pero mucho depende de la política local, y los méritos de tales medidas —especialmente los mandatos— siguen siendo objeto de debate.

Para saber más sobre este tema, hemos recurrido a la Dra. Leana Wen, analista médica de CNN y profesora de salud pública en la Universidad George Washington. Nuestra conversación, llevada a cabo por correo electrónico y ligeramente editada para que sea más fluida y breve, se encuentra a continuación.

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Lo que importa: ¿Exige el reciente aumento de los casos de COVID-19 que se vuelva a imponer el uso de mascarillas en interiores?

WEN: Hay una gran diferencia entre una recomendación para que los individuos usen mascarilla y un requisito impuesto por el gobierno. Los requisitos gubernamentales para las precauciones de salud pública deben utilizarse con extrema moderación, para emergencias en las que no hay otra opción. Este no es ese momento.

Me preocupa la erosión de la confianza, de tal manera que cuando sea realmente necesario un mandato de mascarilla —si hay una variante mucho más letal o si los hospitales están de nuevo desbordados— no habrá apetito para aceptar medidas de mitigación en ese momento.

Lo que importa: ¿Qué deberían tener en cuenta los legisladores a la hora de sopesar la posibilidad de volver a implantar los mandatos de mascarilla en interiores?

WEN: Ahora hay otras herramientas además de los mandatos de mascarilla. No estamos en 2020. Aconsejaría a los legisladores que utilizaran otras herramientas que son muy eficaces para reducir la probabilidad de enfermedades graves, pero que no conllevan una reacción tan violenta; por ejemplo, ¿por qué no aplicar refuerzos y Paxlovid? ¿Por qué no instar a la realización de pruebas antes de las reuniones?

Lo que importa: A nivel individual, en este momento de la pandemia, ¿cuándo debemos enmascararnos y cuándo podemos dejar de hacerlo?

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WEN: Eso depende de cada persona y de cuánto quiera seguir evitando el COVID-19. Los que dan prioridad a evitar el contagio deben seguir con la mascarilla, pero deben asegurarse de que utilizan un N95 o equivalente (KN95 o KF94), que les quede bien y que lo utilicen en todos los espacios públicos cerrados.

Hay muchas personas que ya no dan prioridad a evitar el COVID, ya que están bien protegidas contra las enfermedades graves gracias a las vacunas y los tratamientos; es posible que no deseen ponerse la mascarilla incluso con altos niveles de transmisión a su alrededor. Por eso los mandatos de mascarilla por parte del gobierno no tienen sentido en este momento de la pandemia.

Lo que importa: ¿Hay algo más que quiera añadir sobre todo esto?

WEN: Es cierto que las mascarillas reducen el riesgo de transmisión del virus y que los requisitos de las máscaras son muy controvertidos. Insto a los legisladores a que se centren en herramientas que no susciten tantas reacciones públicas y que supongan una diferencia tan grande, o incluso más, que el enmascaramiento impuesto por el gobierno.

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