(CNN) – Científicos del Reino Unido afirman haber encontrado “pruebas circunstanciales sólidas” que relacionan un tipo de virus secundario llamado virus adenoasociado con los casos de daños hepáticos de origen desconocido en niños de todo el mundo.

La investigación también sugiere que los niños afectados pueden compartir una susceptibilidad genética, aunque no está claro qué papel desempeña.

Desde octubre, más de 1.000 niños de todo el mundo, más de 350 de ellos en Estados Unidos, han sido diagnosticados de hepatitis, o inflamación del hígado, sin causa conocida. La mayoría de los niños son pequeños, menores de 5 años. Muchos estaban sanos antes de enfermar repentinamente. En Estados Unidos, al menos 20 han necesitado trasplantes de hígado y 11 han perdido la vida, según las últimas actualizaciones de los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades de EE.UU., (CDC, por sus siglas en inglés).

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Aproximadamente la mitad han dado positivo en el adenovirus 41, un virus estomacal que suele provocar vómitos, diarrea y síntomas similares a los de la gripe en los niños, pero del que nunca se ha sabido que cause hepatitis.

La mayoría de los niños que dieron positivo tenían niveles bajos de adenovirus en la sangre y no tenían infección por adenovirus en el hígado, lo que llevó a muchos médicos a sospechar de otra causa, como el COVD-19, o de un factor de complicación, como los genes o una exposición ambiental.

En dos nuevos estudios, los científicos afirman que pueden haber encontrado una pista en el virus adenoasociado 2, que es diferente del advenovirus 41.

El virus adenoasociado 2 estaba presente en grandes cantidades en el tejido hepático y en la sangre de casi todos los niños con hepatitis de origen desconocido en los estudios. Y solo se encontró en raras ocasiones en niños sanos, en los que solo tenían infecciones por adenovirus pero sin daños en el hígado, o en los que tenían daños en el hígado con una causa clara.

Fuerte relación entre los casos

Los virus adenoasociados son pequeños trozos de ADN que no pueden copiarse a sí mismos hasta que se encuentran en presencia de otro virus, normalmente adenovirus o herpes. Pertenecen a una familia de virus llamada dependoparvovirus.

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Los virólogos dicen que son como las rémoras, los peces que se adhieren a los tiburones y se comen las sobras de sus comidas.

“Una rémora no es la mejor analogía, pero es algo así. Tiene que tener un virus anfitrión“, dijo Alex Greninger, director adjunto del laboratorio de virología clínica de la Universidad de Washington.

Gary Ketner, microbiólogo molecular de la Universidad Johns Hopkins especializado en el estudio de los adenovirus, los describe como “virus muy pequeños que contienen ADN. Solo tienen dos genes. Y por sí solos, cuando infectan células, son incapaces de crecer porque no codifican todas las funciones necesarias para la replicación. Así que dependen de que las células se infecten al mismo tiempo con un virus ayudante, y el ayudante suele ser el adenovirus”.

Como se cree que son casi inertes por sí mismos, los virus adenoasociados se están estudiando como vehículos para la terapia génica.

Más allá de eso, dicen los científicos, no se sabe mucho sobre ellos. Los investigadores dicen que este hallazgo los tiene desconcertados.

Son virus que merecen una línea en letra muy pequeña en los libros de texto más grandes, por lo que nunca me he topado con ellos como causa de enfermedad”, dijo Will Irving, virólogo de la Universidad de Nottingham.

Descubren pistas en investigaciones detalladas

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En el primer estudio, dirigido por investigadores del University College de Londres, los científicos realizaron una secuenciación profunda del genoma en muestras de tejido hepático de cinco niños que necesitaron un trasplante a causa de una hepatitis de origen desconocido. Hicieron lo mismo con muestras de sangre de otros niños con hepatitis que nunca enfermaron tanto como para necesitar un trasplante.

A continuación, los investigadores compararon esos resultados con las pruebas realizadas en muestras de sangre e hígado de diversos grupos de control: niños sanos, hospitalizados por motivos no relacionados, niños con buena y mala función inmunitaria con y sin infecciones por adenovirus, y aquellos con infecciones por COVID-19 y hepatitis causada por otras cosas. En total, hubo 23 casos de hepatitis de origen desconocido en el estudio, comparados con 136 controles.

Los investigadores encontraron, sin excepción, niveles elevados del virus adenoasociado 2 en el tejido hepático de los niños que necesitaron un trasplante de hígado debido a una hepatitis repentina y de origen desconocido. Sin embargo, solo estaba presente en el tejido hepático de un niño del grupo de control.

En la sangre, el virus adenoasociado 2 estaba presente en el 94% de las muestras de los niños con hepatitis de origen desconocido y se encontraba en niveles altos en el 91% de las muestras.

Por el contrario, los investigadores encontraron virus adenoasociados en solo el 6% de los niños con función inmunitaria normal que fueron hospitalizados por razones no relacionadas y en el 31% de los controles inmunodeprimidos.

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En el segundo estudio, dirigido por investigadores del Centro de Investigación de Virus de Glasgow, se detectaron virus adenoasociados en las muestras de sangre e hígado de todos los niños con hepatitis de origen desconocido, pero en ninguna de las muestras de niños sanos, de los que tenían infecciones por adenovirus sin hepatitis o de los que tenían hepatitis por una causa conocida.

Cuando los virus adenoasociados estaban presentes, también se encontraron con frecuencia herpes y adenovirus, necesarios para que los virus adenoasociados se repliquen.

En un análisis adicional, los investigadores observaron los cambios en los genes que componen el complejo del antígeno leucocitario humano, o HLA. Los genes HLA codifican marcadores en la superficie de las células que ayudan a regular la función inmune.

Casi el 90% de los niños con hepatitis de origen desconocido presentaban la misma forma de cambio en sus genes HLA, lo que sugiere una vulnerabilidad genética que afecta al funcionamiento de su sistema inmunológico. En comparación, este mismo cambio solo se encuentra en un 15,6% de los donantes de sangre escoceses.

Los nuevos estudios se publicaron en línea en estado de preimpresión, antes de ser examinados por expertos externos y publicados en revistas médicas.

Se están realizando más estudios

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Los investigadores afirman que sus estudios no pueden demostrar una relación de causa y efecto. No están seguros de que los virus adenoasociados dañen directamente el hígado. Podría ser que fueran un marcador de algo más que está ocurriendo. En el mejor de los casos, escriben, se trata de “pruebas circunstanciales sólidas“.

Los investigadores señalan que muchos de los casos de hepatitis se produjeron tras la oleada de Ómicron, que afectó a muchos países en invierno y primavera. Aunque algunos de los menores dieron positivo en las pruebas de COVID-19 antes o durante sus ingresos por hepatitis, los investigadores no pudieron encontrar ninguna prueba de infección activa por coronavirus en la sangre o el hígado de los niños infectados. En su lugar, dicen, la pandemia puede haber contribuido a estos casos de forma indirecta, afectando a la inmunidad de los niños cuando la gente empezó a reunirse de nuevo tras periodos de relativo aislamiento.

Se está realizando un estudio más amplio por parte de la agencia de seguridad sanitaria del Reino Unido, y los investigadores afirman que sus resultados deberían ayudar a aclarar la importancia de los nuevos hallazgos.

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