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La disputa existe desde que el hombre es hombre. Hoy el creacionismo está obsoleto, y la teoría del Big Bang es la oración que rezan los tiempos modernos.

Sin embargo, la ciencia ha permitido saber qué ocurrió a raíz de esa gran explosión, pero no qué sucedió antes.

El mundo científico es uno de los que reúne mayor cantidad de ateos. Para muchos de ellos, más que Dios, el problema ha estado en la religión misma. La historia está poblada de persecuciones a hombres y mujeres que pensaban diferente.

Años atrás, ese pensamiento se endureció con una serie de publicaciones que negaban a Dios en nombre de la ciencia y la razón.

Eran los llamados cuatro jinetes: Richard Dawkins (El espejismo de Dios), Sam Harris (El fin de la fe), Dan Dennett (Romper el hechizo) y Christopher Hitchens (Dios no es bueno).

Muchos coinciden en que el discurso “teocrático” de Bush, (quien decía que Dios le pedía invadir Irak), el auge del fundamentalismo y el islamismo dieron rienda suelta al ateísmo.

Uno de los más radicales es Stephen Hawking. Si bien en sus primeros escritos se mostraba como agnóstico, en 2010, con el libro El gran diseño, declaró que el universo surgió de la nada, de forma espontánea, como consecuencia inevitable de las leyes de la física.

En pocas palabras, no necesitamos de Dios para explicar las cosas. Más tarde declararía abiertamente su ateísmo.

Pero, en la otra vereda, también hay potentes discursos. El más tenaz proviene, como Dawkins, de la Universidad de Oxford.

Se trata del biofísico y teólogo Alister McGrath (La ciencia desde la fe), quien plantea que no hay una contradicción inevitable entre lo religioso y lo científico, que son “mapas complementarios” de la identidad humana.

No contento con ello ha criticado a algunos de sus colegas, como al creador de la teoría de los agujeros negros. En El gran diseño, McGrath ve un “manifiesto autocomplaciente de imperialismo científico”.

Otros, en cambio, como el escritor Eric Metaxas, creen que el ateísmo y sus planteamientos radicales le han hecho un gran favor a la idea de Dios.

En una entrevista con el diario The Wall Street Journal, aseguró que “cuanto más conocemos nuestro universo, más credibilidad gana la hipótesis de que hay un creador“.

“¿Es posible que cada uno de esos parámetros haya sido perfecto por accidente? ¿No les parece que asumir que una inteligencia creara estas perfectas condiciones requiere mucha menos fe que creer que la vida en la Tierra superó por casualidad probabilidades inconcebibles para llegar a existir? “, cuestiona el escritor, que añade que la idea de que todo “simplemente ocurrió desafía el sentido común”.

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