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Por décadas, las compañías de medicamentos han dependido de un componente en la sangre de los cangrejos herradura para probar medicinas inyectables, dentro de las que están las vacunas, y así asegurarse de que no tengan contaminantes bacterianos llamados endotoxinas.

De los cangrejos se extraen proteínas adyuvantes, las cuales estimulan la respuesta a la vacuna se realice de mejor forma. Además, ayudan a eliminar la posibilidad de encontrar rastros peligrosos de bacterias en el compuesto”, explica Carmen Navarrete, inmunóloga de la Clínica Dávila.

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Por largo tiempo,  científicos han tratado de crear pruebas alternativas para proteger a estos crustáceos y a las aves que se alimentan de sus huevos. A comienzos de este año, las personas que abogaron por esta causa estuvieron cerca de lograr resultados ya que un grupo no gubernamental –que establece los estándares de calidad para estas pruebas– se inclinó por optar las pruebas alternativas. Sin embargo, el pasado 29 de mayo, la Farmacopea de Estados Unidos anunció que el proceso alternativo conocido como rFC requiere mucho más estudio.

Los representantes de dicho grupo aseguraron que tienen 30 años de información sobre la efectividad del test actual, mientras que solo dos del nuevo, por lo que pidieron ahondar más. Pese a esto, internacionalmente, la Farmacopea Europea aprobó el tratamiento para la prueba rFC.

El debate ha sido ampliamente monitoreado por las pruebas a las nuevas alternativas de vacunas contra el coronavirus. Miles de millones de estas dosis requerirán la prueba de endotoxina, que es cuando se ve la eficacia de las vacunas.

Las compañías farmaceúticas deben asegurarse que estas partículas no estén en ningún medicamento inyectable que fabriquen. Ingredientes comprometidos en su desarrollo, como el agua, deben ser testeados en cada paso del proceso de manufacturación así como en el producto final.

“Es increíble que todavía dependamos del extracto de un animal salvaje durante una pandemia global”, asegura Ryan Phelan a The New York Times, directora de la ONG Revive and Restore, con respecto a la reciente decisión de la Farmacopea norteamericana.

Su grupo apoya soluciones tecnológicas que usan un componente presente en la sangre de los cangrejos herradura, llamado LAL, el cual se utiliza en las pruebas rFC. Con este fabrican una respuesta sintética químicamente equivalente a la sangre del crustáceo, produciéndola a través de cultivos de microorganismos controlados en laboratorios. Las compañías que trabajan con el compuesto directamente extraído de los cangrejos aseguran que las reservas están preparadas para la contingencia.

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“El problema con estas criaturas es que están en peligro de extinción, precisamente debido a su utilización en la fabricación de vacunas. A pesar de que se estén desarrollando alternativas, estas toman mucho tiempo en concretarse, además de que su costo es mucho más elevado que el de la sangre de estos crustáceos”, concluye.

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