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Hace más de un siglo Albert Einstein postuló la existencia de las ondas gravitacionales como parte de su teoría de la relatividad general y este miércoles los científicos del observatorio LIGO anunciaron la detección de la mayor fuente de estas ondas registrada hasta ahora.

El 21 de mayo de 2019 fue captada esta señal y luego de más de un año de estudio, los detectores LIGO, en EE.UU., y Virgo, en Italia, permitieron desentrañar cómo se produjo este fenómeno.

Esta onda, bautizada como GW190521 sería fruto de la fusión de dos agujeros negros y es la mayor captada hasta la fecha. La colisión se produjo hace unos 7.000 millones de años cuando un agujero negro con una masa 85 veces superior a la de nuestro Sol chocó con otro equivalente a unas 66 estrellas solares.

Los científicos señalan que este hallazgo es algo sin precedentes y que genera más preguntas que respuestas. Así lo consideró Alan Weinstein, miembro de LIGO y profesor de física en el Instituto Tecnológico de California.

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Estas incógnitas se deben a que las leyes de la relatividad general y lo que se conoce de la física de las estrellas no bastan para explicar este fenómeno. “La fusión anunciada hoy es como un helado de fabada: raro, posible y no gusta a muchos porque les saca de su zona de confort (…) Hoy no estamos preparados para comprenderlo y no podemos responder las muchas preguntas que abre”, manifestó al diario El País, Toni Font, físico teórico de la Universidad de Valencia y colaborador de Virgo.

Los científicos creen estar ante la fusión más grande entre dos agujeros negros que al colisionar crearon uno aún más grande que liberó una enorme cantidad de energía esparcida en forma de estas ondas gravitacionales.

Sin embargo, las dudas provienen del hecho de que todos los agujeros negros observados hasta la fecha encajan en una de estas dos categorías: por un lado, los que miden desde unas pocas masas solares hasta unas decenas y se cree que se forman cuando mueren las estrellas y por otro, los agujeros negros supermasivos, como el centro de la Vía láctea, que miden desde cientos de miles hasta miles de millones de veces el de nuestro sol.

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Pero el producido por la fusión GW190521 se encuentra en un rango de masa intermedio, siendo el primero de su tipo jamás detectado. Asimismo, los dos agujeros negros que lo generaron también parecen ser únicos en su tamaño.

Este descubrimiento cuestiona parte de las teorías vigentes de la evolución estelar y exige explicaciones alternativas, las cuales podrían revolucionar nuestra comprensión del universo.

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