El gas lacrimógeno es uno de los elementos disuasivos más usados a la hora de controlar manifestaciones en todo el mundo, debido a que sus componentes incapacitan a las personas temporalmente.

Las fuerzas de orden en países como Hong Kong, Estados Unidos, Líbano y Chile han usado masivamente estos llamados “agentes antidisturbios”, pese a que la Convención sobre Armas Químicas incluso prohibió su utilización en guerras.

Al respecto, la  Universidad de Toronto publicó un informe en que el plantea la necesidad de modificar las leyes y reglamentos que rigen para el uso de estos gases, especialmente ahora, ya que podría contribuir a la propagación del Covid-19.

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“Si bien existe una guía internacional que rige el uso de gases lacrimógenos, estos instrumentos de derecho han demostrado ser en gran medida ineficaces para restringir el uso indebido de gases lacrimógenos o proteger los derechos fundamentales“, sostuvo Maija Fiorante, investigadora internacional de derechos humanos.

“Según el derecho internacional, cualquier uso de la fuerza por parte de las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley debe respetar los principios de necesidad y proporcionalidad, pero el gas lacrimógeno casi nunca se utiliza de acuerdo con esos principios”, enfatizó la experta.

Por otra parte, el comercio de estos elementos no está adecuadamente regulado, lo que provoca que no exista claridad sobre qué productos químicos existen en cada recipiente, qué tan tóxicos son o incluso si han sido probados para resguardar la seguridad, señalan los investigadores.

Si bien existen varios tipos de este gas, tres son los más conocidos: cloroacetofenona (CN), la dibenzoxazepina (CR) y clorobenzilideno malononitrilo (CS). Este último es el utilizado por Carabineros de Chile. El gas CS actuaría como si fueran “púas en polvo” lo cual provoca sensación de ardor en ojos, garganta y nariz, además de tos, llanto y respiración restringida.

Un estudio de 2014 realizado por el ejército de los Estados Unidos, descubrió que exponerse al gas CS sólo una vez aumentaba las posibilidades de desarrollar enfermedades respiratorias, tales como la influenza o bronquitis.

Estas son infecciones que afectan a los pulmones al igual que el Covid-19, causando preocupación su uso actual contra los manifestantes. Asimismo, el gas produce que la gente tosa fuertemente, lo cual aumentaría la capacidad de propagación del virus.

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El gas lacrimógeno no es un método benigno de control de multitudes, su despliegue aplasta efectivamente el derecho a la libertad de protesta y reunión”, aseguró el abogado de derechos humanos Vincent Wong.

El informe afirma que, aunque se usen cantidades mínimas de gas al aire libre, donde los productos químicos se pueden disipar más fácilmente, igualmente hay serias consecuencias.

“Aunque existe orientación internacional, incluidas las directrices de la ONU sobre el uso de armas menos letales, estos documentos no vinculantes son vagos e ineficaces para reducir las violaciones, por lo que el gas lacrimógeno es propenso a ser usado indebidamente“, sentenció el nuevo informe, el cual llama a que se impida su uso doméstico.

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