Por María Jesús Cardemil

Según investigadores de la Universidad McMaster de Canadá, cada vez que utilizamos mascarillas reducimos el riesgo de contraer coronavirus a un 7%, versus el 17% de cuando no las usamos. Estos instrumentos se han transformado en un gran aliado en estos meses de pandemia y seguirán siéndolo mientras dure la carrera para encontrar la vacuna del virus SARS-CoV-2.

El investigador del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud, Eric Toner, aseguró en conversación con The New York Post: “En realidad es bastante sencillo. Si cubrimos nuestros rostros, y tanto usted como cualquier persona con la que interactúa están usando una mascarilla, el riesgo de transmisión disminuye mucho”.

Además, el experto detalló que la espera por la vacuna podría llegar a demorar “varios años”, por lo tanto, las mejores medidas son mantener el distanciamiento social y la utilización de mascarillas. Sobre aquellos que se niegan a utilizarlas, Toner afirma que “lo superarán” y que “es solo una cuestión de cuántas personas se enferman y mueren antes de superarlo”.

El Centro Johns Hopkins, practica simulaciones de virus como parte de su protocolo de preparación frente a una pandemia. Luego los ofrece a expertos en salud pública y formuladores de políticas públicas. Una de estas pruebas tuvo lugar en octubre de 2019, cuando Eric Toner y su equipo lanzaron una simulación de pandemia en Nueva York.

En ella, estudiaron distintos escenarios sobre cómo reaccionarían hipotéticamente los residentes, los gobiernos y las empresas privadas. Una cosa que les llamó particularmente la atención, fue que el uso de mascarillas faciales sería una defensa vital para prevenir la propagación del virus.

Uno o dos años

“Hasta que no tengamos una vacuna que confirme ser efectiva en todas las edades, vamos a necesitar utilizar mascarillas por mucho tiempo”, asegura a Futuro 360 la infectóloga Cecilia Vizcaya de la Red Salud UC CHRISTUS. La especialista explica que la utilización de estos artefactos también será importante después, “para verificar que la inmunidad que adquieren las personas de mayor riesgo, sea persistente en el tiempo”.

Por lo general, las vacunas pueden llegar a demorar entre diez y veinte años en su elaboración. Sobre la carrera que actualmente existe para frenar la pandemia del COVID-19, la infectóloga afirma que “esta es la vacuna que se fabricará de la forma más rápida nunca vista”. Sin embargo, su eventual seguridad y verificación, sigue siendo un tema muy importante y puede demorar entre seis meses y un año desde la inyección del paciente.

Por esto, “antes de uno o dos años más, la verdad que es impensado dejar las mascarillas”, sentencia Vizcaya. En el caso de pacientes de alto riesgo, que no no logren hacer buenos anticuerpos, agrega que “quizás tengan que quedar en forma permanente con mascarillas”. La especialista explica que todos estos son temas abiertos, y que solo se conocerán en la medida que tengamos la vacuna y se puedan estudiar sus resultados.

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