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Un equipo científico de Cambridge, Massachusetts, se propuso determinar cómo influyen las bacterias del intestino en la manera de actuar de las personas. La microbióloga de origen ruso Katya Gavrish y sus colegas del laboratorio Holobiome en esa localidad emprendieron esta investigación.

La compañía de ocho personas planea capitalizar la creciente evidencia de estudios epidemiológicos y animales que vinculan las bacterias intestinales con afecciones tan diversas como el autismo, la ansiedad y la enfermedad de Alzheimer. 

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El CEO Holobiome, Phil Strandwitz, asegura que las dolencias específicas halladas en el estudio incluyen depresión e insomnio, así como estreñimiento y dolor visceral como el típico del síndrome del intestino irritable, afecciones que pueden tener componentes tanto neurológicos como intestinales, reseña Science Magazine.

Los científicos han llamado “psicobioma” a los microorganismos capaces de influir en las funciones cerebrales que controlan el comportamiento humano. “El microbioma que influye en la mente a través de la señalización inmune, endocrina y metabólica, puede ejercer algunos efectos clínicos en diferentes enfermedades mentales. Recientemente, ha sido nombrado psicobioma“, dice un estudio previo en el que se caracterizó este tipo de bacterias.

El desarrollo de fármacos para trastornos neuropsiquiátricos avanza con lentitud, y muchos de los ya existentes no funcionan para todos los pacientes o causan efectos secundarios no deseados.

Por ello, cada vez más científicos ven los tratamientos basados ​​en microbios, o psicobióticos como una alternativa prometedora. “Este es un campo realmente joven y realmente emocionante con una gran cantidad de potencial”, dice Natalia Palacios, investigadora de la Universidad de Massachusetts, que está investigando las conexiones entre los microbios intestinales y la enfermedad de Parkinson.

El microbioma intestinal pesa alrededor de 2 kilogramos, más que el cerebro humano de 1,4 kilogramos, y puede tener la misma influencia sobre nuestros cuerpos. Miles de especies de microbios (no solo bacterias sino también virus, hongos y arqueas) residen en el intestino.

Lo que probablemente sucede es que nuestro cerebro y nuestro intestino están en comunicación constante“, dice el neurofarmacólogo John Cryan de University College Cork, quien en la última década ha ayudado a impulsar los esfuerzos para decodificar esas comunicaciones y es el que acuñó el térmico de “psicobióticos” junto al psiquiatra Ted Dinan de la misma universidad.

Los investigadores epidemiológicos han encontrado conexiones interesantes entre los trastornos intestinales y cerebrales. Por ejemplo, muchas personas con síndrome del intestino irritable también están deprimidas, las personas en el espectro del autismo tienden a tener problemas digestivos y las personas con Parkinson son propensas al estreñimiento.

Por su parte, Strandwitz y sus colegas aislaron una bacteria que no podía sobrevivir en medios de cultivo típicos y requirieron un aminoácido llamado ácido gamma-aminobutírico (GABA) para prosperar. GABA es un neurotransmisor que inhibe la actividad neuronal en el cerebro, y su regulación errónea se ha relacionado con la depresión y otros problemas de salud mental.

Una herramienta clave para esos experimentos es un “simulador intestinal”, una serie de matraces conectados por tubos, con varios portales para agregar microbios y para monitorear lo que sucede dentro.

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Finalmente, los investigadores de Holobiome no saben cómo presentarán la solución farmacológica al terminar la investigación, si serán una sola especie bacteriana, un grupo de especies o un compuesto hecho por bacterias. “Por ahora, los microorganismos vivos funcionan mejor”, dice el CEO. Sugiere que un conglomerado de bacterias que incluya una gama más amplia de especies que los probióticos típicos será más versátil y capaz de tratar múltiples aspectos de, digamos, la depresión.

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