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En 2008, el sur de nuestro país vivió una de las erupciones volcánicas más grandes de las que tenemos registro. El volcán Chaitén hizo temblar la tierra y cubrió todo con ceniza.

La ex capital de la provincia de Palena debió ser evacuada. A la ausencia de gente, luego se sumó la de flora y fauna. “Uno podría decir que quizás la zona afectada directamente por la explosión fue la que quedó con cero especies vivas“, sostuvo Álvaro Promis, académico de la Universidad de Chile (UCh).

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Esa posibilidad captó la atención del profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la UCh, quien 4 años más tarde logró realizar el primer muestreo. “Nos encontramos con entre 32 y 36 especies“, manifestó Promis a Desafío Tierra.

Para su segunda visita, 4 años más tarde -y 8 desde la erupción-, la cantidad de especies ya se había duplicado debido a que la ceniza, en vez de ser tóxica, habría funcionado como abono. “Se podían encontrar manchones de distintos grupos (de vegetación)“, detalló.

El proceso de recuperación también fue identificado por los habitantes de la zona. “Ha sido muy interesante (…) observar el cambio de la naturaleza, no solamente del bosque y especies vegetales, sino que también de la fauna“, dijo Ingrid Espinoza, directora de conservación de la Fundación Tompkins.

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En este proceso de resiliencia de la naturaleza, la vuelta de la fauna fue clave. “Poco a poco, en la medida que empezaron a llegar los matorrales y este primer bosque inicial, se empezó a sentir todo este hábitat lleno de vida“, añadió Espinoza, quien reside en Chaitén.

Los expertos advierten que la recuperación fue rápida por la baja intervención humana que tenían los bosques. A mayor conservación, más fácil y rápido resurgen los ecosistemas, es decir, a mayor ausencia del hombre, más frondosa es nuestra naturaleza.

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