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La contaminación por plásticos está ahogando el planeta y las partículas más pequeñas de este material son un problema que la ciencia ha alertado. Frente a esto, científicos estudiaron un pequeño crustáceo y encontraron que puede fragmentar microplásticos en tiempo récord.

Un descubrimiento notable, si consideramos que hay 1,9 millones trozos de microplásticos en una superficie de 3 metros cuadrados, en la inmensidad del Mar Mediterráneo.

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El nuevo estudio demostró que un tipo específico de diminutos  crustáceos pueden fragmentar los microplásticos en pedazos más pequeños que una célula y esto les puede tomar tan solo unas 96 horas, o lo que es lo mismo, cuatro días. Un proceso que se creía hasta ahora era parte de lentos procesos físicos que involucran la luz solar y la acción de las olas y que pueden tardar incluso décadas en fragmentar este material.

Un antífodo del género Gammarus fue el que analizaron los científicos ambientales del University College Cork (UCC) en Irlanda. Se trata de la especie Gammarus duebeni específicamente que mide cerca de 2 centímetros de largo y son capaces de convertir el microplástico en nanoplástico, según el estudio publicado en Scientific Reports de la revista Nature.

Ejemplar del género Gammarus

Pero esto puede ser un problema. Si bien fragmentar el microplástico es parte de su degradación, las nanopartículas por sí solas, podrían representar un peligro para la vida silvestre más que el material más grande, esto de debe a que los diminutos cristales son tan pequeños que podrían atravesar las membranas celulares.

Debido a que estos fragmentos son lo suficientemente pequeños como para pasar a través de las membranas celulares, se cree que pueden ser potencialmente más dañinos para la vida silvestre que los microplásticos de hasta 5 mm de tamaño. Un hallazgo que sus autores consideran “inesperados”.

“Cuando comencé a estudiar esto hace tres años, parecía tan loco que animales tan pequeños pudieran estar fragmentando plásticos, pero nuestra investigación muestra que los fragmentos de plástico representaban casi el 66% de todas las partículas microplásticas observadas acumuladas en las tripas de estos animales“, dijo la Dra. Alicia Mateos-Cárdenas, autora principal de la investigación.

El experimento consistió en utilizar microesferas esféricas de polietileno que fueron pintadas para poder rastrear, con la ayuda de un microscopio, lo que ocurría con el material desde que el pequeño animal lo ingería y lo fragmentaba. El polímero usado en el estudio es el mismo que se encuentra en botellas plásticas.

El resultado fue que estas microesferas fueron descompuestas por los crustáceos en nanoplásticos que medían menos de una micra, o una milésima de milímetro. Los investigadores quieren estudiar más a fondo el proceso para comprender mejor cómo opera este proceso de fragmentación.

“Vimos que los anfípodos ingieren estas partículas plásticas, moliéndolas con sus mandíbulas mientras las comen y las pasan al sistema digestivo, pero aún no entendemos cómo estos animales descomponen el plástico. Necesitamos investigar el mecanismo real de esta fragmentación biológica”, dijo Mateos-Cárdenas.

Esta fragmentación biológica no solo podría ser un problema global, sino que los efectos nocivos de los contaminantes plásticos podrían aumentar a medida que disminuye el tamaño de las partículas. La investigación tiene implicaciones más amplias porque este crustáceo es una de las más de 200 especies de Gammarus que se encuentran a nivel mundial en ríos, estuarios y océanos.

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Si los nanoplásticos pueden atravesar las membranas celulares, podrían acumularse en animales y plantas con potenciales efectos negativos desconocidos (…) por lo que el problema de la contaminación plástica se vuelve mucho más complejo y preocupante”, dijo Mateos-Cárdenas, quien explicó que la “transferencia trófica” ocurre cuando los depredadores como las aves o los peces comen crustáceos Gammarus .

Esto significa que los nanoplásticos podrían acumularse más arriba en la cadena alimentaria, incluso en humanos, mientras que los químicos tóxicos podrían adherirse a la superficie de estos nanoplásticos, reseñó The Guardian.

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