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Usando un microscopio de electrones, científicos han sido capaces de demostrar por primera vez, que diminutos trozos de metal están entrando a las mitocondrias del tejido cardíaco. Dañando así lo que permite al corazón contar con energía para bombear.

El equipo tras la investigación, dirigido por las profesoras Barbara Maher de la Universidad de Lancaster, y Lilian Calderón-Garcidueñas de la Universidad de Montana y del Valle de México, encontraron nanopartículas metálicas de elementos como hierro y titanio al interior de células cardíacas dañadas de un joven de 26 años y un niño de solo tres.

Los corazones pertenecían a personas que murieron en accidentes y que vivieron en la contaminada Ciudad de México.

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Los hallazgos arrojan nuevas pistas de cómo la contaminación ambiental provoca enfermedades al corazón, ya que las partículas altas en hierro están asociadas con daños a este órgano y niveles altos de estrés cardíaco oxidativo, incluso en corazones jóvenes.

La inhalación continua de estas nanopartículas y su posterior circulación por el torrente sanguíneo que conduce hacia al corazón, podría explicar las ya conocidas asociaciones entre la exposición al aire contaminado y las enfermedades cardiovasculares, e incluso, ataques al cardíacos.

El estudio indica que las enfermedades al corazón pueden comenzar a tempranas edades, incluso antes de transformarse en una condición crónica. Es por esto que este tipo de contaminación, podría ser el responsable de la “silenciosa epidemia” de enfermedades cardíacas, reconocidas internacionalmente como la primera causa de muertes en todo el mundo.

Estas partículas también podrían explicar las altas tasas de muerte por COVID-19 en zonas contaminadas, y que son responsables de una serie de condiciones preexistentes al corazón.

Las investigadoras usaron un microscopio de transmisión de electrones de alta resolución, además de análisis de rayos-X dispersivos, para descubrir que las mitocondrias que incluían estas nanoparticulas de hierro estaban dañadas, y las células en las que habitaban padecían de membranas rotas e, incluso, deformidades.

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La profesora Calderón-Garcidueñas aseguró que incluso en casos de jóvenes examinados, se encontraron niveles altos de marcadores usados para determinar si una persona es propensa a desarrollar estrés oxidativo cardíaco.

Las nanopartículas son idénticas en forma, tamaño y composición a aquellas que se emanan de fuentes como neumáticos, líquido de frenos y tubos de escape. Dichas partículas, también surgen de las actividades industriales y los sistemas de calefacción hogareños.

Algunas de estos pequeños elementos son fuertemente magnéticos, lo que puede ser bastante preocupante cuando se considera que diferentes elementos asociados al magnetismo, tales como tintes de cabellos o incluso smartphones, en una constante interacción con las millones de nanopartículas que se encuentran en el corazón de la mayoría de las personas.

Las personas que trabajan en el rubro industrial y que están expuestos a campos magnéticos más fuertes, podrían estar en un riesgo aún más alto. Este tipo de exposición podría conducir a fallos eléctricos en el corazón y daños celulares.

Los investigadores afirman a EurekaAlert que hallazgos previos, demuestran que habitantes de ciudades pueden llegar a tener corazones hasta 10 veces más contaminados que el de personas que viven en sectores rurales.

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