Existen en abundancia en los océanos, los continentes y la atmósfera, cumplen un papel clave en el planeta y, sin embargo, solamente los podemos ver a través de un microscopio. Los microorganismos son capaces de formar complejas comunidades con bacterias, microalgas y hongos.

A pesar de que los seres humanos solemos percibirlos generalmente como patógenos, sus funciones dentro de los ecosistemas son múltiples, esenciales y sin ellos la vida en la Tierra no existiría. Entre algunas de sus funciones está la de absorber carbono y nutrientes, convirtiéndolos en alimento para otras especies.

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Desde principios de 1900, la comunidad científica ha discutido si la totalidad de microorganismos existentes se pueden encontrar en todas las partes del planeta, o no. A pesar del reciente aumento de conocimiento en microbiología, los procesos que determinan la distribución y funcionamiento de los microorganismos no se han desenmarañado. Hasta ahora.

Una nueva investigación publicada en la prestigiosa revista Trends in Microbiology de la Editorial Cell Press, propone que existe una dispersión global, recurrente y espacialmente cíclica de la comunidad microbiana, capaz de conectar ecosistemas muy distantes.

Mireia Mestre y Juan Höfer, autores del estudio y miembros del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh), quienes han denominado a este proceso como “la cinta transportadora microbiana”.

El estudio muestra cómo las etapas inactivas -latentes o dormantes- de los microorganismos están adaptadas para soportar condiciones adversas específicas, lo que sugiere que la dispersión no es un proceso completamente azaroso. Sumado a ello, los periodos dormantes de larga duración facilitan la dispersión. Ambas evidencias y una extensa revisión bibliográfica llevaron a los científicos a postular el nuevo concepto.

“Proponemos que todo está conectado y que la dispersión de los microorganismos no es enteramente al azar, sino que ocurre continuamente en el tiempo y cíclicamente en el espacio. Por ejemplo, en los océanos existen microalgas que se convierten en esporas y terminan en el fondo marino. Detienen su actividad biológica durante muchos años, incluso siglos, hasta que el viento y las corrientes hacen que vuelvan a la superficie”, explico Höfer, quien también es académico de la Universidad Católica de Valparaíso.

Por su parte la autora principal del estudio y también investigadora de COPAS- Sur Austral de la Universidad de Concepción, Mireia Mestre, detalló: “Los ciclos de dispersión influyen directamente en la distribución de los microorganismos y, por tanto, en el funcionamiento del sistema terrestre. La existencia de la “cinta transportadora microbiana” solo se puede entender si tenemos en cuenta la evolución de la vida en el planeta Tierra”.

COVID-19

En el contexto actual de pandemia, la investigación cobra especial relevancia. Los científicos sugieren que perturbar la “cinta transportadora microbiana” puede traer consecuencias imprevistas y perjudiciales como alterar la diversidad microbiana y, por tanto, los servicios de la naturaleza que favorecen el bienestar humano.

Los ecosistemas degradados y los vectores de dispersión alterados, favorecen la aparición y propagación de microorganismos oportunistas y patógenos. En ese contexto, la constante alteración de la “cinta transportadora microbiana” aumenta el riesgo de las zoonosis, enfermedades originadas en otros animales que se transmiten a la especie humana.

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“Los ciclos de dispersión han ocurrido durante milenios. Si se perturban, facilitan la aparición de estas enfermedades: pueden aparecer microorganismos que estaban dormidos desde hace mucho tiempo y en un contexto de cambio global, esto podría perjudicar sensiblemente nuestro bienestar mediante conseciencias imposibles de predecir”, puntualizó Höfer.

A pesar de que las zoonosis más conocidas están relacionadas con virus como el COVID-19 o el ébola, otros microorganismos como las bacterias también causan zoonosis que comprometen la salud pública y la seguridad alimentaria.

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Recientemente, el Panel Intergubernamental para la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES) lanzó un informe donde muestra la relación directa entre pérdida de biodiversidad del planeta con la aparición de nuevas pandemia. La investigación concluye que la mejor manera de evitar esto, es a través de la conservación del medio ambiente.

“Con nuestro trabajo podemos aportar que, además de ello, hay que conservar también el flujo natural de microorganismos que conectan los distintos ecosistemas. Es primordial describir y comprender la “cinta transportadora microbiana” para preservar los mecanismos de dispersión global y, por tanto, ayudar a prevenir la aparición de nuevas pandemia”, finalizó Mestre.

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