Crédito: Michael Sheehan

Así como los seres humanos que se han visto desafiados por el aislamiento social provocado por la pandemia del COVID-19, investigadores señalan que este estilo de vida solitario afecta el cerebro de las avispas de papel.

Las Polistes Fuscatus o avispas de papel, nativas de Estados Unidos, se pueden reconocer debido a los brillantes colores que poseen sus rostros. Estas avispas poseen una característica cualidad, la cual es recordar caras así como los primates y los humanos, pero esta capacidad se pierde cuando se crían de forma aislada.

Las avispas nos proporcionan un cerebro de insecto simple que ofrece un sistema para comprender las construcciones básicas de cómo funcionan los circuitos neuronales y cómo las interacciones sociales dieron forma al cerebro”, indicó Michael Sheehan, investigador de la familia Nancy y Peter Meinig en ciencias biológicas, y profesor asistente en el Departamento de Neurobiología y Comportamiento de la Facultad de Agricultura y Ciencias de la Vida.

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Señalan que las avispas de papel viven en colonias más pequeñas (cientos de individuos) que las abejas (decenas de miles). A diferencia de las abejas meleras, cuyas colmenas tienen una sola reina, las avispas de papel pueden poseer varias reinas a la vez.

Crédito: Michael Sheehan

Explican que la reina dominante monopoliza la puesta de huevos y las reinas subordinadas hacen la mayor parte del trabajo, incluso si sienten que es injusta la distribución pueden dejar el nido para unirse a otro o comenzar su propia colonia.

Existe la tensión de equilibrar los conflictos entre las reinas que cooperan y eso parece ser lo que ha favorecido a las personas a reconocerse entre sí, a saber quién es quién, cómo se divide el trabajo, si están recibiendo su justa compartir. Parece ayudar a gestionar los conflictos”, indicó.

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Las pruebas de laboratorio apuntaron a un enfoque en las regiones involucradas en el procesamiento visual y olfativo, ya que las avispas de papel también detectan a los individuos a través de los olores y la comunicación química.

El equipo analizó en un laboratorio el desarrollo de los cerebros de las Polistes Fuscatu recién nacidas que se separaron de su colonia, cuando eran larvas. Luego de dos meses, volvieron a medir los céreos de las avispas maduras.

Señalan que los volúmenes de las áreas olfativas no cambiaron, pero encontraron que el tubérculo óptico anterior, un área involucrada en el procesamiento visual del color, había crecido en relación con la región de procesamiento superior de la avispa.

El estudio fue publicado en la revista Biology Letters.

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