Por María Jesús Cardemil
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Según estimaciones, existen más de 15 millones de especies en el planeta, pero solo conocemos dos millones de ellas. El equipo de la Unidad de Biodiversidad de la Universidad de Turku, se especializa en el estudio de todos los integrantes del Reino Animal que son poco conocidos y habitan en los lugares más remotos de la Tierra.

Pese a las dificultades por la pandemia, este año, han logrado estudiar cuarenta nuevas. Uno de los hallazgos más recientes, fue la araña de terciopelo bautizada como Loureedia phoenixi. El espécimen descubierto en Irán, tiene colores en su zona posterior que se asemejan al maquillaje del Joker. Es por esto que su nombre va en reconocimiento al último actor que protagonizó la película: Joaquín Phoenix.

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La nueva especie mide 7,6 centímetros de largo y no es peligrosa para los humanos.

“Las especies de este género son increíblemente hermosas y coloridas, así que desearía que este nuevo descubrimiento pueda hacer que la gente entienda la belleza y la importancia de las arañas”, aseguró la miembro del equipo y candidata doctoral Alireza Zamani.

Hallazgos como estos permiten, por ejemplo, estudiar sus hábitos y definir su distribución geográfica. El profesor de Investigación de Biodiversidad Ilari E. Sääksjärvi de la Universidad de Turku, asegura que “La biodiversidad está disminuyendo a un ritmo acelerado y, según las estimaciones, incluso un millón de organismos están en peligro de extinción en las próximas décadas”. El especialista finlandés, agregó que, “si queremos proteger la biodiversidad de la naturaleza, de la manera más eficiente posible, tenemos que descubrir tantas especies como podamos”.

Otras son las avispas parasitoides tropicales, quienes pertenecen a los géneros Acrotaphus e Hymenoepimecis. Fueron encontradas en la Amazonía peruana cerca de la ciudad de Pucallpa. Las avispas del género Hymenoepimecis, son parasitarias de las arañas y pueden manipular el comportamiento del huésped.

La Hymenoepimecis pucallpina

Descubrir para conservar

Descubrir, clasificar y describir un nuevo espécimen es un proceso largo. Requiere estudios de campo en lugares remotos y con la colaboración de especialistas locales. Además, los investigadores deben reunir y gestionar todos los permisos para recolectarlos y sacarlos del país.

Después del estudio en terreno, comienza el trabajo en el laboratorio: la especie se examina, se describe, se nombra y se clasifica. Y luego el artículo de investigación se publica en una revista internacional. En los últimos años, la Unidad de Biodiversidad de la Universidad de Turku se ha perfilado especialmente para describir la biodiversidad de ecosistemas desconocidos. Cada año, describe docenas de nuevas especies, lo cual es una gran cantidad incluso para los estándares internacionales.

“Nuestro objetivo es descubrir nuevas especies y contar su historia al mundo. Por el momento, estamos en el proceso de describir aún más especies y géneros nuevos. Muchos de estos animales viven en áreas que podrían transformarse o incluso desaparecer en los próximos años”, aseguraron los investigadores Sääksjärvi y Zamani. Concluyen que la tarea es una carrera contra reloj: “Esperamos que nuestra investigación llame la atención de las personas sobre la vida de estas especies únicas y, por lo tanto, promueva la conservación de la biodiversidad”.

Descubrir en el camino

La bióloga e investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), Claudia Maturana, comenta que muchas veces en el transcurso de una investigación particular, los científicos se dan cuenta que una serie de cosas no fueron consideradas. “En ese camino, en ese tránsito a nuestro objetivo final, nos damos cuenta que tenemos que hacer mucho más trabajo y eso muchas veces conlleva a la definición de nuevas especies”.

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Generalmente, tendemos a pensar que el desarrollo de la ciencia es en línea recta: se hace A para obtener B. Pero en base a su experiencia, Maturana afirma que casi nunca ocurre así y que “el científico o la científica se encuentra con una serie de problemáticas y preguntas sin respuesta, y abre más preguntas”. Añade que, como humanos, “sabemos muy poco entonces esos son los grandes problemas, de saber tan poco de algo, que nos encontramos con muchos vacíos que tenemos que llenar”.

La investigadora también es parte del proyecto Anillo Antártico de ANID “Genomics insight into the past and present of Antarctic Biodiversity: a tool to assess the fate of a unique ecosystem in a changing world (GAB)”. En su trabajo para tener una visión del pasado y presente de la biodiversidad antártica, asegura que saber si estamos enfrente de dos especies distintas, en vez de una, nos abre la posibilidad de entender: la fisiología, los ciclos de vida, las formas de vida que tienen, dónde se distribuyen, qué es lo que comen. “Es como la identidad de las especies, no es lo mismo tratar a todos por igual, que entender la singularidad de cada una de las especies. Que eso a nivel de la conservación es súper relevante”

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