Científicos aseguran que criar pulpos para el consumo no es sólo poco ético, sino también profundamente dañino para el medioambiente.

Desde el Mediterráneo hasta los mares de Japón, los pulpos son considerados una delicatez culinaria, y la demanda para conseguirlos está creciendo. De las 350 mil toneladas recolectadas anualmente, dos tercios van a países asiáticos tales como Japón y Corea del Sur (un tercio de la producción global culmina en China), además, los países europeos tales como España e Italia también son grandes consumidores.

Para satisfacer las demandas, muchos países están tratando de criar pulpos en condiciones artificiales. Una compañía japonesa reportó haber empollado huevos de pulpo en cautiverio durante el 2017 y busca abrir su primera granja durante el 2020. En España, experimentos con criaderos en tanques, ríos y ranchos acuíferos se están realizando actualmente.

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Pero, según un equipo de científicos de la Universidad de Nueva York afirma, por razones éticas medioambientales, deberíamos evitar criar pulpos.

Actualmente existe una gran cantidad de investigaciones que sugieren que los pulpos son uno de los animales más complejos e inteligentes del mundo. Pueden reconocer caras humanas individuales, pueden resolver problemas (y recordar las respuestas por meses), y también existe evidencia de que pueden experimentar dolor y sufrimiento.

Existen numerosos registros en linea de pulpos escapando de sus tanques o robando los productos de pescadores que han disparado la fascinación con el único invertebrado que el 2012 entró en la Declaración de la Consciencia de Cambridge.

Mantener a animales inteligentes como los pulpos en granjas enormes e industriales trae consigo múltiples problemas éticos, y mucho de ésto se reduce a cómo se ha desarrollado la acuicultura en las últimas décadas.

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El cultivo de productos marinos, según científicos, depende de “ambientes precisamente controlados y monótonos, en recintos simplistas y estériles, y calendarios de alimentación apretados, dirigidos a sostener grandes cantidades de producción“.

Además del aspecto ético de la cuestión, los impactos medioambientales también preocupan a los científicos. La cantidad de comida que se necesita para mantener y criar a un pulpo es tres veces su propio peso y, dado que éstos invertebrados son carnívoros que se alimentan de los aceites y proteínas que le aportan los peces, preocuparse por ellos pone una presión aún más grande en un ecosistema marino que ya está siendo sobreexplotado.

Mientras la demanda crece, las granjas de pulpos siguen siendo recientes. Los investigadores y criadores todavía deben establecer una forma de mantener a éstos animales vivos durante su infancia, y criar animales tan inteligentes es bastante difícil.

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