(CNN en Español) — El mamífero marino más pequeño del mundo está tan amenazado que solo quedan unos 10 ejemplares en su único hábitat, el golfo de California, en México.

Sin embargo, según una nueva investigación, puede que esto no signifique el fin de la vaquita marina, una especie de marsopa.

Las vaquitas han sido empujadas hasta el borde de la extinción debido a la pesca ilegal con redes de enmalle, que se utiliza para capturar camarones y totoabas que comparten el mismo hábitat que las marsopas. Las vaquitas, que miden entre 1,2 y 1,5 metros de largo, acaban siendo “capturas accidentales”, ya que no son el objetivo de las redes.

El pez totoaba, calificado como vulnerable en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, tiene una vejiga natatoria muy apreciada en China y utilizada para la medicina tradicional. Incluso se lo considera como una inversión financiera.

México ha prohibido la pesca de la totoaba y ha hecho ilegal la pesca con redes de enmalle en los lugares donde viven las vaquitas, pero la práctica continúa sin cesar.

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Las vaquitas marinas son pequeñas y rápidas, por lo que raramente se las capta en cámaras.

Con una población tan reducida, los investigadores se han preguntado si las vaquitas corren un mayor riesgo de extinción debido a la endogamia.

Los científicos Barbara Taylor y Lorenzo Rojas-Bracho, que llevan más de 20 años estudiando este riesgo, publicaron un artículo en 1999 en el que sugerían que no se podía confirmar la “hipótesis de la fatalidad” de la endogamia. Esto es importante porque si se considera que un animal está “condenado a la extinción” por este motivo, puede que no se realicen esfuerzos de conservación, dijo Rojas-Bracho.

Ahora, un equipo de científicos —incluyendo a Taylor y Rojas-Bracho— ha estudiado los patrones genéticos de las muestras de tejido de la vaquita recogidas entre 1985 y 2017 por investigadores mexicanos.

Taylor es una científica sénior del Centro de Ciencias Pesqueras del Suroeste de la Administración Oceánica y Atmosférica en La Jolla, California, y Rojas-Bracho es un biólogo de la conservación y miembro de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas en México.

“Quién hubiera pensado que varias décadas después estas mismas muestras podrían decirnos tanto”, dijo Rojas-Bracho, coautor del estudio, en un comunicado. “La genómica nos da pistas sobre el pasado de la especie, pero también nos permite asomarnos al futuro”.

Y resulta que estas pequeñas marsopas tienen suficiente capacidad de resiliencia codificada en su genética como para recuperarse si se detiene la pesca con redes de enmalle. Un estudio que detalla los hallazgos se publicó el jueves en la revista Science.

“Si permitimos que estos animales sobrevivan, ellos pueden hacer el resto”, dijo la coautora del estudio Jacqueline Robinson, investigadora posdoctoral de la Universidad de California en San Francisco, en un comunicado. “Genéticamente aún tienen la diversidad que les permitió prosperar durante cientos de miles de años, hasta que llegaron las redes de enmalle”.

La información genética de las vaquitas muestra que aparecieron hace unos 2,5 millones de años y se adaptaron a la vida en las aguas poco profundas del norte del golfo de California.

Pequeñas, pero prósperas

A lo largo de los últimos 250.000 años, la población ha fluctuado de unos pocos miles a unos 5.000 vaquitas, lo cual es raro si se compara con otros mamíferos marinos. El hecho de que hayan mantenido una población pequeña durante tanto tiempo ha contribuido a reducir los riesgos de endogamia porque tienen menos variación genética entre ellas.

Un estudio exhaustivo de la población en 1997 mostró que había 570 marsopas, pero ese número ha disminuido mucho en los últimos 25 años.

Las vaquitas también experimentan menos mutaciones genéticas perjudiciales asociadas a las poblaciones pequeñas. Cuando los animales con rasgos genéticos negativos se aparean, es más probable que su descendencia muera.

En el caso de esta población, esto ayudó a evitar que los rasgos dañinos se propagaran por la población de vaquitas.

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“Son esencialmente el equivalente marino de una especie insular”, dijo Robinson. “La baja abundancia natural de las vaquitas les ha permitido purgar gradualmente variantes genéticas recesivas altamente nocivas que podrían afectar negativamente a su salud en caso de endogamia”.

Las variantes rara vez aparecen en poblaciones de animales más grandes porque es más improbable que dos animales con estos rasgos se encuentren y se apareen. Pero cuando una población se reduce rápidamente, esas probabilidades aumentan y su descendencia experimenta “depresión por endogamia”. Esto debilita su salud y puede enviar a una especie en espiral hacia la extinción.

“Una opinión predominante en la biología de la conservación y la genética de poblaciones es que las poblaciones pequeñas pueden acumular mutaciones nocivas“, dijo el autor principal del estudio, Kirk Lohmueller, profesor asociado de Ecología y Biología Evolutiva y de Genética Humana en la Universidad de California, Los Ángeles, en un comunicado.

“Sin embargo, nuestro hallazgo de que la vaquita probablemente tiene menos mutaciones fuertemente nocivas escondidas en la población significa que están mejor preparadas para sobrevivir a la endogamia futura, lo que es un buen augurio para su recuperación general”.

Cómo salvar a las vaquitas marinas

Una vaquita marina (derecha) y su cría (izquierda) en las aguas de San Felipe, Baja California, en México.

Una vaquita marina (derecha) y su cría (izquierda) en las aguas de San Felipe, Baja California, en México.

Las redes de enmalle son la mayor amenaza porque hacen que las marsopas se ahoguen.

Los investigadores realizaron simulaciones, basadas en la información genética de las vaquitas, para ver qué escenario funcionaba mejor para protegerlas y calcular su riesgo de extinción en los próximos 50 años.

La eliminación inmediata de las redes de enmalle de su hábitat era la mejor apuesta para la supervivencia de las vaquitas. Por desgracia, incluso un uso modesto de las redes de enmalle podría reducir sus posibilidades de recuperación. Según el estudio, si las muertes de las vaquitas como resultado de la captura accidental disminuyen en un 80%, el 62% de la población igual podría extinguirse.

“La supervivencia de los individuos, y de la especie, está en nuestras manos. Existe una alta probabilidad genética de que puedan recuperarse, si las protegemos de las redes de enmalle y permitimos que la especie se recupere lo antes posible hasta alcanzar las cifras históricas“, dijo en un comunicado Phillip Morin, coautor del estudio e investigador de genética molecular en el Centro de Ciencias Pesqueras del Suroeste de la NOAA.

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También se realizaron estudios para observar algunas de las pocas vaquitas que quedan, y los investigadores se alegraron de ver que parecían sanas e incluso tenían crías nadando con ellas, lo que significa que se están reproduciendo activamente.

“A las vaquitas les queda muy poco tiempo”, dijo en un comunicado el coautor del estudio Christopher Kyriazis, estudiante de doctorado en Ecología y Biología Evolutiva de la UCLA. “Si las perdemos, será el resultado de nuestras decisiones humanas, no de factores genéticos inherentes“.

Los científicos siguen vigilando activamente a las vaquitas. Los investigadores creen que su enfoque en este estudio podría utilizarse para predecir el riesgo de extinción de otras especies en peligro basándose en su genética.

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