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El director ejecutivo de Rocket Lab, Peter Beck, dio a conocer la noticia de que la compañía dedicada a la fabricación aeroespacial está comenzando a experimentar el efecto de la congestión en el espacio.

En conversación con CNN Business, el CEO sostuvo que la creciente cantidad de objetos en él hace que sea más difícil encontrar un camino claro y seguro para que los cohetes lancen nuevos satélites. “Esto tiene un impacto masivo en el lado del lanzamiento (…) ya que tienen que intentar abrirse camino entre estas constelaciones de satélites”, agregó.

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Beck detalló que este aumento exponencial se debe en gran parte a la constelación de Starlink de SpaceX y manifestó que los problemas de tráfico en órbita se agravaron en los últimos 12 meses.

Este es el tiempo en el que SpaceX puso en órbita a más de 700 satélites que transmiten Internet. La compañía planea lanzar entre 12.000 y 40.000 satélites en total, lo cual es cinco veces el número total de estos aparatos que los humanos han lanzado desde el inicio de los vuelos espaciales a fines de los ’50.

El temido “Síndrome de Kessler”

El “Síndrome de Kessler” o cascada de ablación, fue propuesto en 1978 por el científico de la NASA Donald Kessler. Esta teoría postula que el espacio sobre la Tierra algún día podría llegar a estar tan abarrotado y contaminado de satélites activos o exploraciones espaciales pasadas, que podría hacer que los esfuerzos espaciales futuros sean más difíciles, si no imposibles.

La advertencia de Kessler señalaba que, si el tráfico espacial se vuelve muy denso, una sola colisión entre dos objetos podría desencadenar una reacción en cadena que convertiría el espacio alrededor de la Tierra en un páramo extraterrestre.

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Un escombro podría golpear un satélite y ese impacto a velocidades orbitales superiores a 17.000 millas por hora, podría generar cientos, si no miles, de nuevos fragmentos de escombros. Cualquiera de ellos podría destruir un satélite, un cohete de lanzamiento o incluso una estación espacial en órbita con humanos dentro. Tal como se ve reflejado en la película Gravity del año 2013.

Esta basura es prácticamente imposible de limpiar a gran escala. Y se necesitarán años, si no siglos, para que se salga naturalmente de la órbita. Las probabilidades de evitar un desastre solo se vuelven más escasas con cada lanzamiento de un nuevo satélite, señaló Moriba Jah, astrodinámico de la Universidad de Texas.

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