Crédito: Instituto de Bioingeniería de Cataluña

Por si no lo sabías, existe un trabajo que es completamente desagradable: ser el encargado de olfatear las plantas de tratamientos residuales. Probablemente, estas personas además de poseer unas poderosas narices, deben tener su nivel de náuseas y asco completamente alto.

Además de oler qué tan desagradable es el aroma -el cual puede variar entre cada persona-, la labor de estas personas es llenar manualmente unas bolsas con este aire para luego estudiarlo.

Para darles un respiro a estos trabajadores, un equipo de científicos del Instituto de Bioingeniería de Cataluña, España, está desarrollando una nariz electrónica que va montada en drones.

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El resultado es un artefacto de 1,3 kilos que utiliza una serie de sonares de gas y algoritmos basados en inteligencia artificial para detectar y medir los niveles de productos químicos que expele la planta -como dióxido de azufre, amoníaco y sulfuro de hidrógeno-.

“Estamos extremadamente contentos con los resultados, pero necesitamos más validación y hacer que el dispositivo sea más robusto para una operación real de la planta. El trabajo también puede tener implicaciones para otras instalaciones como vertederos, plantas de compostaje o incluso grandes granjas con ganado vacuno y cerdo que también se sabe que producen todo tipo de malolientes”, indicó Santiago Marco, líder de la investigación, en un comunicado.

El equipo y sus estudios fueron publicados en la revista Science.

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