Las geodas (de la antigua palabra griega “geoides”, que significa “similar a la tierra”) son deslumbrantes formaciones rocosas que se dan de forma natural en rocas volcánicas o sedimentarias.

En su interior existen cristales brillantes que siempre crecen hacia el centro. Por ello, muchas geodas tienen un valor comercial para el coleccionismo o la decoración, ya que suelen presentar una morfología realmente estética.

Geoda de Amatista. Crédito: Didier Descouens/Wikimedia Commons.

Son más frecuentes en las zonas desérticas, ya que este clima favorece el proceso de precipitación mineral en las rocas huecas.

En las geodas abundan minerales como el cuarzo y sus variedades como por ejemplo la amatistas con tonalidad morada, rosa y a veces rojiza. O el ágata con colores brillantes y la calcedonia con colores azulados y grisáceos. A pesar de que muchos tipos de cristales cuentan con tonos naturales, ese no es el caso con una geoda de arcoíris.

Para lograr este efecto brillante y colorido, es a través de un proceso llamado recubrimiento de metal.

Esta técnica es más rápida que los millones de años necesarios para desarrollar estas formaciones rocosas. Se necesitan unas pocas horas en una cámara de vacío caliente para fusionar los metales con la superficie del cristal y lograr el efecto deseado.

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La geoda de Pulpí es la más grande de Europa y la segunda más grande del mundo después de la cueva de los cristales en México.

Geoda de Pulpí - Wikipedia, la enciclopedia libre

Esta geoda fue descubierta en 1999 por miembros del Grupo Mineralogista de Madrid, en el interior de las antiguas minas de hierro y plomo de Pilar de Jaravia. Se dice que se formó hace seis millones de años, durante la llamada crisis salina Messiniense.

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