Los fósiles de ictiosaurio de hace unos 250 millones de años desenterrados en la isla noruega de Spitsbergen, en el Ártico, aportan datos sorprendentes sobre el origen y aparición de esta especie.

En este lugar remoto y hostil, paleontólogos suecos y noruegos descubrieron que los restos del reptil marino que ocupó la cima de la cadena alimentaria en los océanos, evolucionó antes de la extinción masiva del Pérmico.

Los ictiosaurios dominaron los hábitats marinos durante más de 160 millones de años. Los científicos aseguran haber hallado restos del ictiosaurio más antiguo conocido, que vivió unos 2 millones de años después de la extinción masiva de la Tierra.

Isla noruega de Spitsbergen.

La teoría aceptada por la comunidad científica

Antecedentes previos indican que los reptiles se aventuraron por primera vez en mar abierto y que allanó el camino para el inicio de la Era de los Dinosaurios hace casi 252 millones de años. Con el tiempo, estos primeros reptiles anfibios se volvieron más eficientes en la natación y acabaron por modificar sus extremidades en aletas.

Pero las 11 vértebras de la cola descubiertas indican que el animal medía unos tres metros de largo, lo que lo convertía en un gran depredador. Los fósiles descubiertos en Spitsbergen ponen en duda dicha teoría aceptada.

“La verdadera sorpresa fue que, tras una serie de análisis geoquímicos, microtomográficos informatizados y microestructurales de los huesos, las vértebras resultaron ser de un ictiosaurio muy avanzado, de crecimiento rápido, probablemente de sangre caliente, de gran tamaño (unos 3 metros) y totalmente oceánico”, señaló el autor principal del estudio, Benjamin Kear, del Museo de la Evolución de la Universidad de Uppsala, en Suecia.

El nuevo hallazgo

Los ictiosaurios evolucionaron a partir de antepasados que caminaban sobre la tierra y pasaron por una transición de tierra a mar. Los investigadores pensaban que cualquier ictiosaurio que viviera hace 250 millones de años tendría “una forma primitiva”.

Los fósiles demostraron que éste, al que aún no se ha dado un nombre científico, tenía un aspecto anatómico bastante avanzado. Las vértebras son idénticas a las de ictiosaurios geológicamente mucho más jóvenes y de mayor cuerpo e incluso conservan la microestructura ósea interna que muestra las características adaptativas de crecimiento rápido, metabolismo elevado y un estilo de vida oceánico.

Según Kear, cuyo estudio se publicó en la revista Current Biology, el antepasado transicional del ictiosaurio “debió aparecer mucho antes de lo que se sospechaba”.

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