Las vacunas con tecnología de ácido ribonucleico mensajero (ARNm), se empleó por primera vez en las vacunas contra el COVID-19, lo que ha abierto nuevas posibilidades para la ciencia.

Las vacunas ARNm, como las de Pfizer y Moderna, enseñan a las células a producir una proteína que desencadena una respuesta inmunitaria si la persona se infecta con un virus. En Asia y Afríca, los laboratorios aumentaron su capacidad de secuenciación durante la pandemia y ahora miran más allá de coronavirus para estudiar otras enfermedades.

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“Desde principios de 2022, hemos estado pensando en cómo utilizar esta capacidad para otros patógenos”, como el cólera, la malaria, la poliomielitis y el ébola, dijo a Nature Sofonias Tessema, quien dirige el programa de genómica de patógenos en los Centros Africanos para el Control y la Prevención de Enfermedades.

De acuerdo al medio de comunicación, la secuenciación genómica se está utilizando para la salud pública. Los datos de secuenciación combinados con otra información clínica se pueden usar para diagnosticar enfermedades, rastrear brotes y contribuir al desarrollo de vacunas.

Muchos países quieren hacer su propia secuenciación. Los días para enviar sus muestras al extranjero para su análisis están contados”, dijo la medio Paul Pronyk, médico de enfermedades infecciosas en Duke-NUS, que apoya la Iniciativa de Genómica de Patógenos de Asia (PGI).

El crecimiento en la capacidad de secuenciación del genoma ha sido rápido y por ejemplo, en 2018, en África solo 7 países tenían equipos de secuenciación de próxima generación para fines de salud pública, y ahora unos 38 países tienen esas instalaciones.

Los laboratorios en la República Democrática del Congo pueden secuenciar muestras de ébola de manera rápida porque están utilizando los reactivos y el equipo disponible para la secuenciación del SARS-CoV-2.

Este mayor interés en la secuenciación está generando más datos para la investigación y oportunidades para colaborar en nuevos tratamientos y vacunas, dicen los investigadores. Pero hay escasez de personas que puedan interpretar datos de secuenciación, como bioinformáticos y epidemiólogos.

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