(CNN) — Según un nuevo estudio, es un error afirmar que los bebedores empedernidos “aguantan más el alcohol” o lo resisten mejor.

Por el contrario, las personas con trastorno por consumo de alcohol, lo que antes se llamaba alcoholismo, presentaban un deterioro significativo en pruebas cognitivas y motoras hasta tres horas después de ingerir una bebida alcohólica diseñada para imitar sus hábitos típicos.

“Parece ser una percepción popular que los bebedores experimentados pueden manejar mejor su licor, como dos vaqueros en un bar en una competición de beber, y tienen cierta fuerza de ‘macho’ para tomar tanto alcohol y poder lidiar con él”, dijo el coautor del estudio Nathan Didier, analista de Investigación en el Laboratorio de Investigación Clínica de Adicciones de la Universidad de Chicago.

La idea de que una persona puede volverse tolerante al alcohol a exposiciones más altas está “en todas partes, en las redes sociales, en las películas, en todas partes”, dijo la autora principal del estudio Andrea King, profesora de Psiquiatría y Neurociencia del Comportamiento en la Universidad de Chicago.

“Nuestro estudio encontró cierto grado de apoyo a un aumento de la tolerancia”, dijo King, que se especializa en la investigación de la rehabilitación del alcohol, “pero realmente depende de la cantidad de alcohol que se consume, la rapidez y el tiempo transcurrido desde la bebida”.

Este hallazgo es significativo, dijo King, ya que “solo alrededor del 10 % de las personas con trastorno por consumo de alcohol se someten a tratamiento y está aumentando el consumo compulsivo de alcohol, que consiste en consumir cinco o más bebidas en el caso de un hombre o cuatro o más en el caso de una mujer en las dos primeras horas de comenzar a beber”.

Algunos van más allá de los atracones básicos, involucrándose en lo que se llama “consumo de alta intensidad”.

Según el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, este patrón de consumo se define como el consumo de alcohol al doble de los niveles de consumo en atracón.

“Este peligroso patrón de consumo implica 8 o más copas en el caso de las mujeres y 10 o más copas en el caso de los hombres en una sola ocasión”, señala el instituto en su página web.

Distintos tipos de bebedores

El estudio se publicó el domingo en la revista académica Alcohol: Clinical and Experimental Research. En él se analizaron tres tipos de bebedores adultos jóvenes, en su mayoría veinteañeros, que formaban parte del Chicago Social Drinking Project, un estudio de investigación en curso iniciado por King en 2004. Entre los 397 participantes había bebedores ligeros, bebedores sociales empedernidos y personas con trastornos por abuso de alcohol.

Los bebedores ligeros se definieron como personas que beben hasta seis copas “estándar” a la semana, pero no se dan atracones, explicó King. En Estados Unidos, una bebida estándar equivale aproximadamente a 0,6 onzas líquidas o 14 gramos de alcohol puro, lo que difiere según el tipo de bebida alcohólica que se consuma.

Los bebedores moderados no se añadieron al estudio, dijo King, para establecer una comparación clara entre el impacto del consumo ligero y el consumo excesivo de alcohol: “La gente podría solaparse, y no queríamos confundir la distinción”, dijo.

El segundo grupo del estudio eran los bebedores sociales empedernidos, definidos como aquellos que bebían 10 copas a la semana como mínimo y se daban atracones de alcohol entre una y cinco veces al mes.

El tercer grupo incluía a los bebedores que cumplían los criterios del trastorno por consumo de alcohol, con atracones frecuentes al menos un tercio o más de los días de un mes:

  • 28 o más copas a la semana en el caso de los hombres
  • 21 en el de las mujeres

“En su vida cotidiana, este grupo tomaba una media de 38,7 bebidas a la semana, frente a las 2,5 bebidas semanales de los bebedores ligeros y las 20 bebidas de los bebedores empedernidos”, explica King.

Las personas de este grupo también tenían que cumplir otros criterios del trastorno por consumo de alcohol, como no ser capaces de reducir el consumo, beber incluso cuando causaba problemas con la familia y los amigos, y meterse en situaciones en las que ellos u otras personas podían resultar heridos.

Una sola copa equivalía a 5 copas

Las personas de los tres grupos fueron sometidas a dos pruebas distintas: una con alcohol y otra con un placebo diseñado para imitar al alcohol.

Pero en cada ocasión se dijo a los participantes en el estudio que podrían recibir un estimulante, un depresor, alcohol o un placebo.

La bebida embriagadora era un combinado aromatizado con alcohol de grano de 190 grados, medido según el peso corporal para igualar el efecto del licor en todos los tipos de cuerpo.

Las mujeres, que metabolizan el alcohol de forma diferente a los hombres y pueden intoxicarse más fácilmente, recibieron una dosis que equivalía al 85 % de la administrada a los hombres.

“El nivel de alcohol de la bebida era equivalente a cuatro o cinco tragos que producen lecturas de alcoholemia de 0,08-0,09 %, que es el umbral para conducir [ebrio]”, dijo Didier.

Se analizaron los niveles de alcohol antes de beber y a distintos intervalos después de hacerlo. A intervalos de 30 y 180 minutos, se preguntó a los participantes en qué medida se sentían alterados en una escala de “nada” a “extremadamente”.

Los participantes también completaron dos tareas de rendimiento cognitivo antes de beber y en cada intervalo de media hora:

  • Una era una tarea de motricidad fina en la que se puntuaba a los participantes en el estudio en función de la rapidez con la que podían meter las clavijas en los agujeros
  • Una tarea de lápiz y papel diseñada para poner a prueba las habilidades cognitivas

Existe cierta tolerancia

En un primer momento, el estudio respaldó la idea de que los bebedores empedernidos pueden manejar dosis mayores sin sufrir alteraciones. A los 30 minutos, tanto los bebedores empedernidos como los que padecían trastornos por consumo de alcohol no tuvieron problemas en la prueba cognitiva, mientras que los bebedores más ligeros se sentían sedados y fatigados, señaló King.

Ni los bebedores empedernidos ni los que padecían trastornos por abuso de alcohol se sintieron perjudicados cuando se les preguntó.

Sin embargo, a ambos grupos les fue igual de mal en la tarea de colocar clavijas en agujeros, especialmente en la marca de los 30 minutos. “Observamos que 30 minutos después de consumir alcohol, todos los grupos estaban igual de incapacitados”, afirma Didler.

Aunque la bebida alcohólica utilizada en el estudio era suficiente para que todos los participantes superaran el límite legal, las personas con trastorno por consumo de alcohol beben mucho más y con mayor rapidez, según King.

Para comprobar si las personas con este trastorno se verían afectadas por niveles de alcohol más elevados que se asemejaran más a su ingesta habitual, los investigadores dieron otra bebida a 60 participantes con trastorno por consumo de alcohol. Esta bebida contenía un nivel de alcohol de 190 grados que equivalía a entre siete y ocho copas normales.

Según el estudio, con la dosis más alta, las personas con trastorno por consumo de alcohol presentaban un 50 % más de deterioro mental y motor que con la dosis más baja. Además, no recuperaban por completo su nivel básico de rendimiento al cabo de tres horas.

“Lo que hace este estudio es poner de relieve las limitaciones de la tolerancia”, afirma Didier. “Aunque se tenga mucha experiencia en el consumo de alcohol, eso no significa que no se esté afectado”.

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