¿Por qué lloramos?, y ¿por qué tiene un gran efecto en otras personas? Un nuevo estudio -un poco extraño- realizado por investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias, en Irael, ha abordado y obtuvo increíbles resultados.

La investigación revela que las lágrimas humanas poseen químicos capaces de reducir la agresión en otros, muy parecido a un efecto observador en mamíferos como ratones y ratas de lunares ciegas.

El estudio aborda el antiguo misterio de por qué lloramos, y demuestra que olfatear las lágrimas emocionales de las mujeres reduce la actividad cerebral relacionada con la agresión en los hombres, disminuyendo así el comportamiento agresivo.

Detalles del estudio

El artículo, liderado por el estudiante de doctorado Shani Agron del laboratorio del Prof. Noam Sobel, expone que las lágrimas activan receptores olfativos humanos, aunque sean inodoras.

Esto porque al aplicar lágrimas a voluntarios olfativos masculinos en un plato de laboratorio (sin ellos conocer que estaban olfateando), se identificaron cuatro receptores que se activaron. Además, al analizar imágenes cerebrales mediante resonancia magnética, se demostró que las lágrimas reducen la actividad en las regiones cerebrales asociadas con la agresión, como la corteza prefrontal y la ínsula anterior.

Las lágrimas redujeron la activación en los sustratos cerebrales de agresión reactiva.

Esto fue probado en un juego de dos personas, ideado para que una de ellas le provoque comportamientos agresivos al otro -el típico picado-, dando a entender que uno de los hombres están haciendo trampa.

Es ahí donde el experimento comenzaba, ya que se les hizo oler estas lágrimas femeninas y se observó como lograba disminuir este comportamiento en hasta un 44%.

El estudio sugiere que las lágrimas femeninas actúan como una “manta química” que ofrece protección contra la agresión.

Las futuras investigaciones buscarán explorar si estos hallazgos también se aplican a las mujeres y cómo las lágrimas pueden afectar las interacciones sociales, especialmente en situaciones donde la comunicación verbal es limitada, como en las interacciones con bebés.

La investigación fue publicada en la revista PLOS One.

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