Según datos de la Encuesta Ipsos, 2 de cada 3 chilenos considera a la salud mental como uno de los problemas principales en la población, siendo los principales trastornos identificados: la depresión, ansiedad, del tipo afectivo y de abuso de sustancias, como drogas y alcohol.

Los detonantes son varios: rasgos genéticos, biológicos, ambientales y sociales; pero aquello que se ingiere de forma diaria no se queda fuera y la frase “eres lo que comes” no se equivoca. El organismo funciona por medio de nutrientes microorganismos que condicionan el cómo nos sentimos y la energía que tenemos, aspectos que necesitan de un equilibrio para mantener el cuerpo y la mente sana.

“La comunidad científica hace más de dos décadas ha estudiado el rol de los microorganismos sobre la salud y bienestar, por eso es que actualmente el 90% de las enfermedades que desarrollamos tienen estudios que se relacionan con la alteración de la microbiota intestinal, incluídas las enfermedades neurodegenerativas o neuroinflamatorias. En estas últimas precisamente, se relaciona a reducción de microorganismos productores de GABA, un neurotransmisor que contrarresta cortisol y ayuda a reducir el estrés, y/o reducción de microorganismos productores de precursores de vitaminas y ácidos grasos de cadena corta, involucrados en el metabolismo y actividad cerebral“, comenta Catalina Garrido, ingeniera en biotecnología y directora técnica de Liva Company.

“Eres lo que comes”, una frase asertiva para los profesionales que se relacionan a la investigación de los alimentos y microorganismos que potencian el ser humano y, de forma negativa, aquellos que lo destruyen.

Un estudio desarrollado por el Instituto de Epidemiología y Salud del University College de Londres, a más de 8.000 hombres y mujeres mayores de 30 años estableció que aquellos que ingieren altos niveles de azúcar, como bebidas, dulces u otros productos azucarados; tienen un mayor riesgo de padecer problemas de salud mental.

La investigación dice que quienes consumen más de 67 gramos de azúcar diario, equivalente a 8 cucharadas de azúcar refinada o 5 plátanos; tienen un 23% más de riesgo de sufrir problemas a la salud mental, dentro de 5 años.

En los últimos 10 años, las tendencias alimenticias en Chile y el mundo se han modificado, prefiriendo alimentos de menor procedencia animal, mayor consumo de productos naturales (vegetales, frutas, etc.) y limitando productos altos en azúcares, sales u otros aditivos perjudiciales.

“Un buen ejemplo es observar lo que actualmente ocurre en las “zonas azules”, comunidades únicas en todo el mundo donde las personas viven una vida larga y saludable de hasta 100 años, con buena salud y actividad mental, donde su dieta se basa en frutas y verduras crudas, las cuales preservan microorganismos vivos; alimentos fermentados o procesos de fermentación previos a la cocción sobre todo de carnes, verduras y granos, una forma antiquísima de disponer los nutrientes y compuestos que producen los microorganismos, los que regulan el eje intestino-cerebro. Estas comunidades preparan su propio tofu, su pan de masa madre, sus bebidas fermentadas como el vino y sus verduras encurtidas, todo natural sin adición de preservantes que afectan la microbiota intestinal, por ende esta se mantiene fortalecida desde su nacimiento, a diferencia de la población que lleva una dieta industrializada, alta en alimentos ultra procesados”, agrega Garrido.

Desde el desarrollo de la biotecnología, microorganismos y probióticos, fortalecedores de la microbiota intestinal; se ha establecido una comunicación bidireccional entre el intestino y cerebro, aquella que envía señales neuronales, inmunológicas y hormonales que influyen en el funcionamiento del cerebro y la salud mental.

“Aún se están investigando las interacciones de los microorganismos de la microbiota intestinal y cómo éstos regulan el eje intestino-cerebro, sin embargo, ya ha salido a la luz que bacterias de la familia de Lactobacillus tienen un gran impacto en la producción de ácidos grasos de cadena corta y neurotransmisores que ayudan a reducir el estrés y elevar la serotonina, hormona de la felicidad. Adicionalmente, la mezcla de estos probióticos con otros ingredientes funcionales, tales como las vitamina B, potencian la actividad cerebral y el buen funcionamiento de las neuronas”, detalla la ingeniera en biotecnología de Liva.

La investigación científica ha permitido evidenciar que cepas bacterianas como Bifidobacterium y Lactobacillus producen neurotransmisores, como la serotonina, el ácido-aminobutírico (GABA) y acetilcolina, también el Escherichia coli produce la dopamina; fundamentales para la estabilidad del estado de ánimo y el equilibrio emocional; abriendo la posibilidad a suplementos o medicamentos de alcance psicobióticos.

“Los psicóbióticos son probióticos que al consumirlos en concentraciones adecuadas, directa o indirectamente, confieren beneficios o efectos positivos en la salud mental. En ese sentido, la tecnología de bioprocesos ha sido fundamental en la fabricación de biomasa que se necesita para la producción de estos a gran escala. Por otro lado, la biología computacional y algoritmos basados en Inteligencia Artificial (IA) pueden ser utilizados como herramientas para optimizar la producción de psicobióticos, mediante la automatización de procesos en laboratorios. Además, la IA puede acelerar la comprensión de cómo varía la microbiota intestinal en un grupo de personas con enfermedades mentales como depresión o ansiedad en comparación con personas saludables, facilitando la identificación de nuevas bacterias que tengan efectos en el aspectos psicológicos”, comenta Melissa Alegría Arcos, subdirectora del Núcleo de Investigación en Data Science de la Universidad de las Américas.

El mundo de los microorganismos aún espera por ser explorado. Su relación con el sistema neurológico es tan solo una arista por investigar y que podría abrir nuevas posibilidades de tratamientos, menos invasivos y que a su vez permitan potenciar otras áreas del cuerpo humano.

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