Las catástrofes climáticas han golpeado fuertemente a la sociedad en el último año, desde inundaciones hasta prolongadas olas de calor, evidenciando que la crisis climática ya es una realidad urgente que debe enfrentarse en el presente. Ante este escenario, diversos actores han intensificado sus esfuerzos para abordar este gran desafío del siglo XXI.

La academia ha profundizado en el estudio de las causas y consecuencias del aumento de las temperaturas, mientras que las ONGs y la sociedad civil se han dedicado a difundir investigaciones y concientizar a la población. Los Estados han implementado regulaciones para incentivar tecnologías limpias y combatir la contaminación. En este contexto, el sector privado también ha asumido un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático.

Caroline Berthod, directora de Desarrollo ASG en Governart, destaca que cada vez más empresas están monitoreando y reduciendo sus impactos ambientales, buscando gestionar de manera eficiente el uso de recursos. Esto responde a dos objetivos principales: mitigar los efectos negativos sobre el planeta y garantizar una mayor rentabilidad financiera, así como atraer inversionistas al demostrar una gestión adecuada de los riesgos.

Berthod enfatiza que el liderazgo en el uso eficiente de energía y recursos, así como en la adopción de energías más limpias, diferencia a las empresas en el mercado y las hace más atractivas para los inversionistas. Además, anticiparse a regulaciones futuras garantiza una mayor estabilidad financiera.

En este contexto, han surgido numerosas empresas y startups en América Latina dedicadas a fomentar el desarrollo sostenible en diversas industrias. Ejemplos como SunRoof, una plataforma de Descarbonización Energética, y Kilimo, dedicada a la seguridad hídrica en la agricultura, están liderando la transformación hacia una industria más resiliente y sostenible.

SunRoof, fundada en Chile en 2013, se ha expandido por toda la región, ayudando a las empresas a reducir sus emisiones de carbono mediante soluciones de energías sostenibles. Por su parte, Kilimo, creada en Argentina en 2014, trabaja en varios países latinoamericanos para promover el uso eficiente del agua en la agricultura y restaurar ecosistemas.

Estas empresas están logrando impactos significativos, como la generación de energía limpia equivalente al consumo de miles de hogares y la restauración de millones de metros cúbicos de agua, contribuyendo así a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y al manejo sostenible de recursos naturales.

Caroline Berthod destaca la importancia de que las empresas operen bajo criterios de sostenibilidad, ya que no hay planeta B. Generar un cambio hacia prácticas más ecológicas no solo demuestra preocupación por el medio ambiente, sino que también es atractivo para los inversionistas al gestionar adecuadamente los riesgos financieros.

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