Por José Ferrada

En un nuevo estudio realizado por un grupo internacional de científicos, dentro de los cuales se encuentran académicos chilenos, investigadores han arrojado luz sobre la diversidad única de especies de cactus en Chile, destacando la importancia de la región central del país como un centro crucial de biodiversidad. El estudio se centra en el género Eriosyce, específicamente en la compleja sección Horridocactus y su grupo emblemático, E. curvispina.

Al respecto, Pablo Guerrero académico del Departamento de Botánica de la Universidad de Concepción, investigador principal del Instituto de Biología y Biodiversidad (IEB) de Chile y uno de los autores del estudio, afirmó al respecto que “este es un artículo que formaliza varios cambios taxonómicos sobre un grupo de cactus globoso, del género Eriosyce. En particular, forma parte de un estudio específico realizado sobre lo que se denomina un complejo de especies, el complejo E. curvispina. Se le llama complejo porque implica varias subespecies, y el estudio reveló que todas esas subespecies corresponden en realidad a nuevas especies que deben tener un reconocimiento propio a nivel de especies”.

La riqueza de cactus endémicos chilenos

Chile, con su singular flora, aislamiento geográfico y topografía compleja, ha sido identificado como un tesoro para la biodiversidad. El estudio, utilizando avanzadas técnicas moleculares, examinó el complejo E. curvispina en busca de respuestas sobre su diversidad genética y taxonómica.

“En esencia, se llevaron a cabo filogenias moleculares a través de marcadores genéticos del cloroplasto y del núcleo celular, generando un árbol filogenético que permite diferenciar y distinguir estas especies. Además, se utilizaron marcadores microsatélites que proporcionan información detallada sobre las relaciones entre las especies“, agregó Guerrero.

Los resultados desafían las concepciones anteriores sobre la naturaleza monofilética de E. curvispina. Nueve linajes genéticos independientes fueron identificados, cada uno mereciendo reconocimiento como una especie única. Aunque las diferencias morfológicas entre estas especies son mínimas, los investigadores utilizaron caracteres morfológicos para respaldar la hipótesis filogenética basada en ADN.

“Es especialmente interesante porque, anteriormente, muchas de estas especies eran consideradas válidas, pero debido a simulaciones y reajustes taxonómicos, se agruparon dentro del complejo Eriosyce curvispina. Sin embargo, esos trabajos anteriores no emplearon información genética“, apuntó al respecto Guerrero.

El estudio también incorporó nuevas poblaciones, como las de Cerro Leona y Putaendo, alterando significativamente la comprensión previa del complejo. La inclusión de muestras de Bertero condujo a la propuesta de adoptar el nombre Pyrrhocactus grandiflora para las poblaciones de Farellones, marcando un cambio importante en la nomenclatura.

Este hallazgo no solo redefine la taxonomía del complejo E. curvispina, sino que también tiene implicaciones para la conservación. La comprensión precisa de las relaciones filogenéticas y las distribuciones geográficas es esencial para desarrollar estrategias efectivas de conservación.

Finalmente, el investigador principal del IEB concluyó asegurando que “la información genética es crucial, ya que proporciona detalles precisos sobre las relaciones entre las especies. En este estudio, se encontró que efectivamente corresponden a especies distintas, todas endémicas de Chile central. Algunas se encuentran en los sectores de Chiapa, otras en los muelles Pichidangui, otras en el sector de Valparaíso y Viña. Otras están en el sector de Putaendo y Valle del Aconcagua, el Parque Nacional La Campana, Rancagua, Farellones, entre otros. Esto es especialmente interesante porque son especies crípticas, que no se diferencian tanto morfológicamente, razón por la cual fueron agrupadas en el pasado, pero la información genética revela su variabilidad y proporciona mucha más información”.

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