Desde su invención hasta nuestra actualidad, los productos plásticos pasaron de ser el remedio para simplificar el día a día de las personas, a convertirse en una total pesadilla que contamina hasta en partículas milimétricas nuestros océanos, glaciares y la salud de animales y humanos.

Durante estos últimos años, la comunidad científica se ha dedicado a buscar alternativas para producir productos más sustentables y formas de poder degradar este plástico. Entre estos esfuerzos, un equipo español ha encontrado una poderosa solución en las enzimas de los gusanos de cera. 

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En 2017, la bióloga y apicultura española, Federica Bertocchini, se topó por casualidad con esta peculiar habilidad que poseen los gusanos de cera: degradar las bolsas de plástico. En cinco años de investigación, con su equipo del Centro de Investigaciones Biológicas de Madrid, se dedicaron a conocer cómo se estaba llevando a cabo exactamente este proceso.

Utilizando microscopía electrónica, analizaron la saliva de los gusanos de cera y rastrearon su apetito por el plástico hasta llegar a las enzimas responsables.

En un experimento, encontraron que al ponerles una bolsa los gusanos, a los 40 minutos ya la tenían con hoyos, y en menos de 12 horas estaba completamente degradada y oxidada. “Para que el plástico se degrade, el oxígeno debe penetrar en el polímero (la molécula de plástico)”, dijo Bertocchini.

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“Este es el primer paso de la oxidación, que suele ser consecuencia de la exposición a la luz solar por las altas temperaturas, y representa un cuello de botella que frena la degradación de plásticos como el polietileno, uno de los polímeros más resistentes. Por eso, en condiciones ambientales normales, el plástico tarda meses o incluso años en degradarse. Estas enzimas que se han descubierto ahora son las primeras y únicas enzimas conocidas capaces de degradar el plástico de polietileno al oxidar y descomponer el polímero muy rápidamente (después de unas pocas horas de exposición) sin necesidad de pretratamiento y trabajo a temperatura ambiente”, detalló.

Si bien aún queda mucho trabajo por hacer, esto representa una nueva ventana de posibilidades para descubrir nuevos mecanismos para abordar la creciente contaminación por plásticos.

El estudio fue publicado en la revista Nature Communications.

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