Investigadores de la Universidad Johns Hopkins han evidenciado que no se están enviando al espacio los equipos adecuados para detectar signos de vida antigua. Todo esto luego de descubrir el verdadero origen de las Cataratas de Sangre en la Antártica.

En 1911 fue descrito por primera vez un espeluznante fenómeno que estaba ocurriendo en la Antártica. El geólogo Thomas Griffith Taylor lo atribuyó a algas rojas, sin embargo, medio siglo después, se señaló que el color carmesí del agua era causado por sales de hierro.

Ahora, en pleno siglo XXI, el científico del Departamento de Ciencia e Ingeniería de Materiales de la Escuela Whitihng de la Universidad Johns Hopkins se dedicó a analizar esta agua roja y encontró una gran cantidad de diminutos fragmentos de hierro.

Utilizando potentes microscopios electrónicos de transmisión, las muestras demostraron que las cataratas no están hechas de minerales después de todo.

Si bien encontraron nanoesferas ricas en hierro -100 veces más pequeñas que los glóbulos rojos humanos-, estas también contaban son elementos como silicio, calcio, aluminio y sodio.

Pero, para ser un mineral, “los átomos deben estar dispuestos en una estructura cristalina muy específica. Estas nano esferas no son cristalinas, por lo que los métodos utilizados anteriormente para examinar los sólidos no las detectaron”, explican.

Las antiguas aguas ricas en hierro y sal bajo el glaciar albergan cepas de bacterias que pueden no haber cambiado durante milenios.

La investigación indica que el color rojo se produce cuando emerge del hierro, y el hierro se oxida al exponerse al aire por primera vez luego de milenios.

Entonces, ¿que tiene que ver este estudio con la búsqueda de vida en el espacio? Mucho, porque para comprender verdaderamente la naturaleza de las superficies es necesario que los rovers estén equipados con un microscopio electrónico de transmisión.

“Nuestro trabajo ha revelado que el análisis realizado por los vehículos rover es incompleto para determinar la verdadera naturaleza de los materiales ambientales en las superficies de los planetas. Esto es especialmente cierto para los planetas más fríos, como Marte, donde los materiales formados pueden ser nanométricos y no cristalinos”, detallan los investigadores.

La investigación fue publicada en la revista Frontiers in Astronomy and Space Sciences.

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