Por Javiera Rojas

A propósito del Día de la Educación Ambiental, que se conmemora cada 26 de enero, es importante abordar este tema y dedicarle la relevancia que merece. En el mundo, y específicamente en Chile, es fundamental entender que la educación ambiental es un proceso integral que va más allá de transmitir solo conocimientos.

La enseñanza relacionada con el medioambiente busca inspirar una conexión desde la acción, incluyendo también un lado emocional y de responsabilidad con el entorno natural, especialmente entre nuestra flora y fauna nativa, el que también puede traspasar a otros espacios como las salas de clases o nuestros hogares. En un momento en el que la “conciencia ambiental” sufre una disminución, según el estudio “Reciclando-Ando”, es esencial fortalecer la educación ambiental en todos los niveles educativos. Y es bueno hacerlo desde edades tempranas.

La necesidad de fomentar experiencias educativas al aire libre es aún más apremiante. Salir de las salas de clases y sumergirse en la naturaleza, no solo enriquece el aprendizaje, sino que también fomenta una conexión directa y práctica con el medio ambiente, lo que es fundamental para comprender el papel individual en la preservación ambiental. Además, desde esta educación, se contribuye al desarrollo de habilidades del siglo XXI, preparando a las nuevas generaciones para liderar en la solución de desafíos ambientales.

A pesar de los avances legislativos, como la inclusión de la educación ambiental en la Ley 19.300 de Bases Generales del Medio Ambiente, persisten desafíos significativos en el panorama chileno. Es en este contexto, es que desde Fundación Parque Tricao impulsamos el programa “Aula Tricao”, que más allá de experiencias recreativas, entrega instancias educativas integrales, que se alinean con los estándares del Ministerio de Educación y las mallas curriculares de cada curso.

Así, iniciativas como estas no solo surgen como respuesta a los desafíos climáticos; nacen también como una herramienta que busca tejer una conexión profunda entre los estudiantes con el cuidado de la naturaleza. El propósito es dejar una impronta en la conciencia de los participantes, cultivando una comprensión arraigada sobre la esencial importancia de preservar nuestro medio ambiente, a través de lecciones prácticas y vivenciales.

El impacto que genera es tal, que deja una huella imborrable en las personas. Y en este punto es necesario aclarar que la educación ambiental no necesariamente se vive en un espacio al aire libre. Es uno desde o punto de partida con la finalidad de que estos aprendizajes puedan ser reforzados en otros espacios que transitamos a diario y de paso, transmitir la importancia que este tema amerita.

Así, vemos que la educación ambiental no es solo una necesidad; es una urgencia educativa. Es tiempo de reconocer la premura de esta deuda pendiente y comprometerse, de manera decidida, para asegurar que cada estudiante tenga la oportunidad de experimentar una educación en estrecho contacto con la naturaleza.

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