El lenguaje humano evolucionó de manera gradual y sucesiva. El punto de partida sería hace unos 2 millones de años, cuando los homínidos reunieron unas características biológicas y culturales que permitieron el salto a un nivel comunicativo superior.

A pesar de lo anterior, aún no existe información precisa de cómo se gestó ese proceso. Por ello Pascal Belin, un neurocientífico de la Universidad de Aix-Marsella (Francia) estudia a macacos y titíes en cautividad para entender las verbalizaciones.

Belin realizó un experimento que consistió en enseñar a tres macacos a permanecer inmóviles en una máquina de IRM para poder escanear sus cerebros mientras escuchaban docenas de sonidos, incluidas voces de otros macacos.

“El cerebro de los macacos y los titíes, al igual que el de los humanos, parece tener regiones especialmente sensibles a los sonidos orales conspecíficos, esto es, emitidos por individuos de la misma especie”, explicó Belin a El País.

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Las resonancias magnéticas muestran áreas que se activan cuando los macacos oyen a otros macacos, pero no cuando se trata de sonidos de la naturaleza, de titíes o de otro tipo. En nuestro cerebro se activa un área similar cuando escuchamos voces humanas.

Mono tití.

“El objetivo de la investigación es comprender mejor la evolución del cerebro humano. Estudiamos a humanos y a otros tres tipos de primates (titíes, macacos y babuinos) para hallar diferencias y similitudes entre ellos, en particular en lo referente a la comunicación oral”, explicó el experto.

Si se activa la misma zona del cerebro en macacos y humanos cuando escuchan a otro miembro de su especie, indicaría que dicha zona relacionada con las expresiones orales evolucionó antes de que tomaran distintas ramas del árbol evolutivo.

Belin plantea que la región del cerebro de los primates que se encarga de procesar la información oral es bastante similar a la nuestra y por ende procede de un ancestro común anterior al momento en que los antiguos humanos como el Homo erectus aparecieron en África hace entre dos y tres millones de años.

“Esto apunta a que el último ancestro común de humanos y macacos ya poseía un precursor de esta área cerebral encargada de los sonidos orales hace veinte millones de años”, dijo.

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Los homínidos pueden articular sonidos con la laringe. Sin embargo, solo los homínidos y los humanos pueden emitir sonidos consonánticos, que dependen menos del tracto vocal y más de los labios.

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