En un pintoresco pueblo del área de Seine-et-Marne al sur de París, Seine-Port, con una población de menos de 2,000 habitantes, un referéndum reciente ha llevado a una decisión controvertida: restringir el uso de teléfonos inteligentes en espacios públicos. Este movimiento, liderado por el alcalde Vincent Paul-Petit y respaldado por un 54% de los votantes, ha generado un intenso debate sobre el papel de la tecnología en la vida cotidiana.

Según reportó The Guardian, la medida prohíbe a adultos y niños deslizar en sus dispositivos mientras caminan por la calle, mientras están sentados en bancos del parque, en tiendas, cafeterías, restaurantes e incluso mientras los padres esperan a sus hijos frente a las puertas de la escuela. Además, se ha establecido un código de conducta para familias con respecto al uso de pantallas por parte de los niños, que incluye la ausencia de pantallas por la mañana y durante las comidas, así como no tener pantallas en las habitaciones.

El alcalde, del partido de derecha Les Républicains, planea redactar un decreto municipal para implementar estas restricciones, aunque no serán ejecutables por la policía debido a la falta de una ley nacional contra los teléfonos inteligentes. En su lugar, se espera que la medida actúe como un incentivo para reducir el uso de teléfonos y fomentar el contacto humano en lugar de la constante interacción con las pantallas.

Los residentes del pueblo están divididos en sus opiniones. Mientras que algunos, aplauden la iniciativa como una manera de combatir la adicción a las pantallas, otros, especialmente los más jóvenes, expresan su preocupación por la falta de alternativas de entretenimiento.

El debate sobre el uso de teléfonos inteligentes y el tiempo frente a la pantalla no se limita a Seine-Port. A nivel nacional, el presidente Emmanuel Macron ha expresado su interés en consultar a expertos para determinar el mejor uso de las pantallas, especialmente para los niños pequeños. Este enfoque refleja una creciente conciencia sobre los efectos del uso excesivo de la tecnología en la sociedad moderna.

En última instancia, la medida en Seine-Port destaca un dilema más amplio sobre cómo equilibrar el acceso a la tecnología con la preservación de la vida social y el contacto humano. Mientras tanto, el pueblo se embarca en un experimento social único que podría influir en futuras políticas sobre el uso de dispositivos electrónicos en espacios públicos.

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