La empatía es definida como la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás (López, Arad y Richaud, 2014). Pero nuestra capacidad de preocuparnos por otros puede tener orígenes arraigados en animales prehistóricos, sugiere un nuevo estudio publicado en la revista Science.

Investigadores del Instituto Gulbenkian de Ciência (IGC) en Portugal, dirigidos por Rui Oliveira, han tratado de entender si al igual que los humanos y otros mamíferos, el pez cebra, una especie del grupo de los vertebrados más antiguos, necesita oxitocina para adoptar las emociones de los demás.

Los experimentos demostraron que, cuando peces similares a los que se encuentran en la naturaleza ven un cardumen en peligro, reflejan su comportamiento. Por otro lado, los peces con alteraciones genéticas en la oxitocina o en sus receptores siguen nadando incluso cuando ven a sus congéneres en peligro.

De acuerdo a los investigadores, el neuropéptido oxitocina es responsable de estos comportamientos en el pez cebra, al igual que en los mamíferos. De este modo, también encontraron que las mismas regiones del cerebro están involucradas en el pez cebra y en los mamíferos.

Tales homologías en los mecanismos de respuesta emocional entre peces y mamíferos sugieren que “esta forma más básica de empatía podría haber evolucionado hace (…) millones de años”.

“Nos dimos cuenta de que estos observadores se acercan al banco en peligro incluso cuando vuelve a nadar normalmente, mientras que los peces mutados prefieren estar cerca del grupo que siempre había estado en un estado neutral”, explicó en un comunicado Kyriacos Kareklas, coautor del artículo.

Wikimedia Commons.

Que los peces se acerquen al cardumen en peligro, puede significar que un depredador está cerca y aunque eso los pone en riesgo, “ser abordados por congéneres podría ayudar al grupo a recuperarse del estrés”, aclara Kareklas.

Esto significa que, a través de la oxitocina, el pez cebra decodifica e imita el estado emocional detrás de los movimientos del banco vecino y comienza a comportarse de manera similar. La nueva investigación demuestra el papel ancestral de la oxitocina en la transmisión de emociones.

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