Para nadie es ajena la discriminación de género que existe en Chile. Nuestro país no se caracteriza por ser uno de los más equitativos entre las condiciones por las que pasan los hombres y las mujeres.

La violencia hacia la mujer se presenta de muchas formas, tanto físicas, psicológicas y laborales.

Según la Fundación Sol, en los últimos ocho años en Chile se han creado 1.407.607 nuevos puestos de trabajo, de los cuales el 37,4% son trabajos por cuenta propia, entre los cuales el 80% es de baja calificación y el 74% se desarrollan en jornadas parciales.

El empleo femenino que hay en Chile es el más bajo de América Latina. El 71,7% corresponde a hombres y el 54% a mujeres.

La mujer recibe ingresos menores en un 31,7% comparado con los hombres y pagan 17,9% más por planes iguales en las ISAPRE.

En ésta misma línea, una reciente investigación muestra que el sexismo puede dañar de forma tangible la salud de las mujeres, especialmente de las que pertenecen a la clase media.

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El estudio publicado en Science Direct estudió 12 años de información extraída de Encuestas Sociales Generales (o GSS por sus siglas en inglés), para diagnosticar la discriminación en los ambientes laborales de Estados Unidos, y cómo ésta afecta la salud y bienestar de las mujeres.

Las especialistas a cargo del estudio querían indagar si el nivel de educación de las estudiadas influía en si eran discriminadas laboralmente o no.

En los GSS cerca del 10% de las mujeres reportaron ser discriminadas en sus trabajos actuales. Consistente con otras investigaciones, las mujeres con mayores niveles de educación mostraron ser más discriminadas. Para aquellas con títulos doctorales la tasa llegaba al 13%; mientras que pa las mujeres con bajos niveles de educación llegan al 7%.

¿Por qué la diferencia? Las mujeres altamente educadas con sueldos altos y trabajos profesionales tienen más probabilidades de trabajar a la par con hombres. Y aquellas que se ven en aquellos contextos son más propensas a ser objetivo de la discriminación de género y el acoso.

Otra de las razones que barajan las expertas es que las mujeres con menos educación tienden a tener trabajos menos prestigiosos, lo que les ofrece menos oportunidades de aumentos y ascensos.

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Atrapades en los sueldos bajos, éstas mujeres, afirman las autoras, quizá ni siquiera tengan la oportunidad de tocar el “techo de cristal”. E incluso podrían tener menos probabilidades de reconocer el sexismo debido a los “rasgos típicamente femeninos”, que en muchas ocasiones se les exige para mantener sus trabajos.

Los datos de los GSS además demuestran que la discriminación de género es una fuente de estrés y enfermedades. Las investigadoras descubrieron que las mujeres que perciben discriminación experiencia bajos niveles de felicidad, satisfacción en el trabajo, sueño, salud mental y una falta de bienestar general.

Si bien las mujeres con bajos niveles de educación aseguran experimentar menos discriminación laboral, eso no significa que estén bien del todo. Al contrario, las investigadoras descubrieron que las mujeres con trabajos peor pagados muestran los peores daños a su salud producto de la discriminación.

En el estudio explican que aquellas con mayores niveles de educación tienen más acceso a recursos que les ayudan a enfrentar el estrés, como por ejemplo mayores ingresos, apoyo social y mejores sistemas de salud.

Finalmente las investigadoras aseguran que la información no ahonda en las los niveles de discriminación. Aseguran que las mujeres con menores ingresos podrían sufrir formas más hostiles de sexismo.

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