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Para nadie es fácil estar todo el día en casa. Muchos menos si ello implica teletrabajar, cuidar a niños y hacerse cargo del hogar, todo a la misma vez. Esa es la realidad que, debido a los roles de género impuestos por la sociedad, les ha tocado vivir a la mayoría de las mujeres durante el confinamiento.

La situación no es ajena al mundo de las ciencias, área históricamente dominada por la masculinidad. De eso trata justamente una reciente publicación de la Revista Nature. En ella, los análisis preliminares indican que las académicas están publicando menos preimpresiones y comenzando menos proyectos de investigación que sus pares hombres, durante la pandemia del coronavirus.

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Los datos

Las vicisitudes de la inédita y aún incomprendida enfermedad del COVID-19 han disparado la producción de conocimiento. La ecologista de la Universidad de Toronto, Megan Frederickson, -en plena cuarentena y al cuidado de su hijo de seis años- se arrojó a demostrar que ese escenario seguía dominado por la desigualdad.

Para hacerlo recurrió a las matemáticas. La investigadora miró en dos conocidos repositorios de publicaciones: arXiv de física y bioRxiv de las ciencias de la vida. Para determinar el género de los autores, comparó sus nombres con la base de datos de la Administración del Seguro Social de EE.UU., que posee la lista con la identidad de los niños nacidos dicho país.

Frederickson analizó el periodo entre el 15 de marzo y el 15 de abril de 2019 y 2020. Encontró que, en arXiv, el número de mujeres que crearon preimpresiones aumentó un 2,7% entre un año y otro, mientras que el contenido elaborado por autores masculinos se disparó en un 6,4%.

En bioRxiv, por su parte, también se registró un ascenso en las cifras de autoría masculina sobre la femenina.

La académica, en diálogo con Nature, aseguró que las cuarentenas en el mundo aún son cortas en comparación con el cronograma de investigación habitual, por lo que las implicancias de la brecha potenciada por el COVID-19 podrían seguir en alza.

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Una tendencia similar fue la que registró Cassidy Sugimoto, científica de la información de la Indiana University Bloomington. Su estudio incluyó además los registros que marcan el inicio de nuevos proyectos investigativos. En dos de los tres repositorios pesquisados, su equipo evidenció una caída en la proporción de trabajos envidiados por investigadoras principales de marzo y abril del 2020 respecto al año anterior, fecha que coincide con el inicio del aislamiento social en el mundo.

El fenómeno empezó a ser advertido por distintos actores desde el inicio del recrudecimiento de la pandemia. En abril, la editora adjunta de British Journal for the Philosophy of Science, Elizabeth Hannon, aseguró en su cuenta de Twitter: “Número insignificante de envíos a la revista de mujeres en el último mes. Nunca he visto algo así”.

Históricamente postergadas

¿A qué se debe esto? Para Roxana Pey, académica y coordinadora de la cátedra de género Amanda Labarca de la Universidad de Chile, se debe mirar lo que está de fondo. “Hay un problema de arrastre. Las mujeres tienen una desigualdad y discriminación que prevalece históricamente y que no se ha superado”.

Según la Unesco, menos del 30% de los investigadores del mundo son mujeres. En Chile, si se considera a los trabajadores de jornadas completas en investigación y desarrollo, las mujeres promedian solo un 38% entre 2011 y 2017.

La división equitativa de las labores hogareñas está lejos de ser una realidad. La última encuesta de uso del tiempo del Instituto Nacional de Estadísticas estableció que las mujeres utilizan 5,8 horas al día en trabajo doméstico no remunerado, frente a las 2 horas de los hombres. Ahora, para muchas científicas la jornada de teletrabajo recién comienza una vez que han logrado atender el cuidado de la casa o los hijos.

“En estas circunstancias, hay elementos emergentes sobrevivientes de un peso adicional a las mujeres en su rol dentro de los espacios familiares. Las mujeres hemos tenido que asumir el rol de profesoras, de alimentación, de cuidado a adultos mayores y del entorno familiar. Todo eso sumado podría explicar el fenómeno. Hay una sobrecarga multidimensional sobre nosotras”, argumentó la bióloga y ex rectora de la Universidad de Aysén.

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Para Pey, el sesgo de género a la hora de interpretar resultados es muy relevante. “Un investigador machista analiza los resultados con una mirada machista y eso influye en qué conclusiones saca. Pesan los prejuicios, las discriminaciones. Es un problema para cómo se está generando el conocimiento”, dijo,

Es probable que el mundo de la academia científica deba enfrentar también una normalidad post pandémica, la que podría seguir adoptando el trabajo remoto. Por lo mismo, investigadoras y expertas han pedido a universidades, financiadores y centros de conocimiento, tomar medidas para mitigar las disparidades de género recrudecida por el coronavirus.

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