Amedée François Frézier, un científico viajero francés que recorrió Chile entre 1712 y 1714, sería un presonaje clave para lo que hoy conocermos como frutillas. En su bitácora de viaje relató su paso por el continente latinoamericano, y un hallazgo que hizo en tierras mapuche: Una planta que los nativos llamaban quellghen o kellén. “Sus frutos suelen ser tan grandes como una nuez, y a veces como el huevo de una gallina. Son de un color rojo blanquecino y un poco menos delicado que nuestras fresas del bosque”, escribió.

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Su nombre genérico, Fragaria, deriva de fragum, fragante, por el aroma de la fruta. Cristóbal Garcia-Huidobro, historiador y académico de la Facultad de Derecho de la USACH, explicó a Futuro 360 que “Frézier se lleva las plantas de fragaria a Francia y con el pasar del tiempo -porque Frézier no tiene nada que ver con el surgimiento de las fresas propiamente tales- la planta chilena se hibrida con una europea, y genera este fruto grande, carnoso”.

Los investigadores piensan que estas frutas se expandieron por la Tierra mucho antes que los humanos la habitaran. Es posible que hayan viajado por Asia y llegado a la costa de Notreamérica por el Estrecho de Bering hace 1,1 millones de años, donde se mezcló con especies locales.

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Se cree que las aves fueron las que transportaron despues estre fruto: “Es muy notable la historia de cómo viajan las plantas, hay un transporte de semillas por aves migratorias de puntos lejanos que llegarón hasta Hawái y Chile, y que después un navegante francés se lleva esta planta y la modifican. Esto no solo indica el ingenio humano, sino el trabajo que hacen los agricultores tratando de crear plantas que sean más productivas y comerciables”, explica Cristóbal Garcia-Huidobro.

Desde hace siglos las fresas eran apetecidas en Europa, siendo incluso las favoritas de personajes como el rey Carlos V y los duques de Burgundy. Destacaban por su color y sabor intenso, pero de un tamaño pequeño. Por eso Frézier se entusiasmó tanto al ver que pasarían a ser las Frugaria Chiloensis y en su retorno llevo consigo cinco de estas plantas. Pero al llegar, se dio cuenta de que todos los ejemplares que llevó consigo eran femeninas, por lo que no fructificaron en Francia.

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Aquí es donde entra otro personaje. Antoine Nicolas Duchesne, en un intento de agradar al rey Luis XV, buscó la forma de reproducirlas. Primero intentó de forma fallida con la variante europea y años después notó que unos agricultores plantaron fresas de Virginia cerca de las suyas.

Duchase observó que las fresas de Virginia comenzaron a estimular a las chilenas y se produjo lo que llamó Fregaria Anasassa, o fresa piña por su tamaño. Fue este el fruto del porte de sus madres chilenas pero con un color y sabor más intenso, que se expanieron por el mundo.

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